Ni oportuno ni conveniente es el viaje anunciado por el Presidente Piñera hacia la frontera entre Colombia y Venezuela.
Parece una provocación para el gobierno de facto de Nicolás Maduro, que de seguro generará mayor polarización y por ende dista del propósito de tal esfuerzo.
Tal vez estar en ese acto-concierto que convoca a artistas, es la nueva forma de hacer política internacional. Pero está lejos de lo que entendemos como entrega de ayuda humanitaria, en la que no hace falta conciertos sino el envío de la donaciones, sin selfies, sin redes sociales.
Y donde lo que abunda son propósitos como colaborar de manera activa para superar la crisis política y económica del país; propiciar una salida electoral con plenas garantías para que el propio pueblo venezolano decida sobre el proceso.
Esta nueva forma de hacer las cosas puede ser mucho más innovadora, claro. Una Estrategia (?) de La Moneda que no se entiende, salvo por su objetivo mediático.
“Ante la disyuntiva entre democracia y dictadura, Chile no se declara neutral” dicta una de las declaraciones esgrimidas por redes sociales desde Cancillería.
Declaración de principios que poco podemos ver en la práctica ante la situación venezolana. Al contrario, lo que se vislumbra es un debilitamiento de la política exterior chilena y el rol de la Cancillería.
Porque esta jugada genera división en el país, el efecto es concreto, evidente y preocupante. Este rol casi invasor y torpe que ha tenido Chile tiene consecuencias iguales de concretas pero permanentes: las decisiones del o la Jefa de Estado van a ser cuestionadas por estos antecedentes borrando aquella tradición de una política exterior sobria y de consenso interno.
Se juega desde la incongruencia para utilizarlo en pos de la libertad de Venezuela. No obstante se aprovechan estos esfuerzos para construir una plataforma que sustente el interés personal por crear un nuevo bloque regional denominado Prosur.
Ser parte de la solución y no del problema debiera ser el aporte de nuestro país, pero eso es en segundo plano para este gobierno al parecer.
Porque en cambio, decide el propio Presidente Sebastián Piñera viajar a la localidad fronteriza de Cúcuta, Colombia, para entregar personalmente la ayuda humanitaria "al gobierno del Presidente Encargado de la República Bolivariana de Venezuela", Juan Guaidó. Dejando de lado lo esencial: la crisis humanitaria, política y económica que vive ese pueblo.
Una presencia seria de Chile en ayuda de nuestra región está dentro de la acción institucional, generando la convergencia necesaria de la comunidad internacional para garantizar y reforzar el proceso que cada país debe vivir bajo su propia transición democrática en el marco de su también propia institucionalidad.
Lejos de la parafernalia que puede ser muy llamativa y efectista, sino útil para un gobierno cuya política exterior está basada en el rédito interno, donde lo interno finalmente parece ser el eje.
Una política exterior que roza con ser interdicta no es una amenaza sólo para el país al cual supuestamente se va a ayudar, los verdaderos efectos van a quedar en Chile. En el ‘chilezuela’ que pareciera reinstalar la derecha para aglutinar mayor apoyo según las encuestas.
Este objetivo doméstico se confunde con lo categórico que debemos ser para condenar las consecuencias de la dictadura que ha ejercido Maduro en su país.
Grave, porque no podemos perder el foco respecto del rol de Chile para generar condiciones que garanticen una salida democrática y pacífica a la grave crisis Venezolana... tales rituales decorativos no ayudan a ese objetivo.
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