Por estos días, Chile y Argentina dieron muestra una vez más de lo que significa integración. Los gobiernos de Mauricio Macri y Michelle Bachelet, además han coincidido en la necesidad de impulsar acciones ante la latente amenaza de racismo, xenofobia y proteccionismo hacia América Latina, desde la llegada de Donald Trump a la cabeza del gobierno estadounidense.
Ello luego del gesto que ambos mandatarios hicieran al conmemorarse los 200 años de la Batalla de Chacabuco el pasado domingo 12 de febrero.
Fue un hito noble y hermanable. En 1814, dos países, dos pueblos se unieron en pos de del respeto a la autodeterminación de las nacientes repúblicas y en contra del absolutismo.
Doscientos años más tarde, América Latina está dando cuenta de esfuerzos por aumentar los niveles de integración y de cooperación, lo que va justamente en sentido contrario de lo que vemos en las declaraciones y primeras acciones de la nueva administración de Trump. Pero no son los únicos.
Vemos con preocupación cómo las fuerzas de extrema derecha en Europa han ido ganando terreno de la mano de la explotación del miedo, la xenofobia y la intolerancia. Mientras que aquí, hace pocos meses, la derecha chilena usó como bandera de Campaña poner trabas a la inmigración, lo que da cuenta de una situación preocupante cuando pensamos en los derechos humanos de todos quienes viven en Chile.
El tema es que la amenaza del Presidente Trump no está dada sólo por construir un muro, poner prohibiciones al ingreso de ciertos países, imponer chantajes comerciales a las empresas para impedir que fabriquen sus productos en distintos países de América Latina, entre otras medidas.
La verdadera amenaza podría estar por venir y tiene que ver con los desastrosos efectos que una política extrema de proteccionismo podría tener sobre las economías emergentes, entre ellas la nuestra.
¿Qué pasa si un día EE UU decide no comprar más fruta chilena para privilegiar la producción interna? ¿Y el cobre y el vino y muchos otros productos?
El anunciado muro en la frontera mexicana, es en realidad un muro contra América Latina - ya se ha dicho varias veces - pero parece ser que nadie ha salido a denunciarlo explícitamente y nadie parece estar haciendo algo para enfrentar esta potencial crisis.
Algunos economistas han planteado que el actual ciclo económico va a estar marcado por el fin de la era del crecimiento y que más bien, vamos a tener burbujas de crecimiento o crecimientos más acotados y contenidos. Eso va de la mano de fenómenos cada vez más recurrentes en países desarrollados y en vías de desarrollo, como el envejecimiento de la población y la reducción de la competitividad de las empresas privadas.
Es ahí donde opera el Estado y no el mercado, tenemos que usar transferencias públicas para corregir la profunda desigualdad, generar más justicia social con la gratuidad o la reforma laboral, entre otras cosas.
Según algunos expertos, la reactivación de la economía que planea Trump requiere de mucho más que levantar un muro e impedir que una empresa automotriz se mueva de México a Estados Unidos. El plan del mandatario es que las empresas estadounidenses creen más empleos dentro EEUU y aumentar la inversión interna en infraestructura.
Todo esto está por verse porque cualquier renegociación de un Tratado de comercio exterior no toma meses y sus eventuales efectos no son inmediatos, lo que nos lleva a la necesaria duda, ¿en el afán por cumplir ese programa no se podrán cometer errores fatales para economías tan expuestas como la nuestra?
Si esto se produce, la verdadera amenaza de los cambios de Trump podrían estar en que las actuales reglas del comercio exterior quedarían en entredicho y eso nos obligaría a echar una mirada profunda a nuestra cadena de valor y a lo que estamos haciendo como país, para buscar cómo diversificar nuestra matriz productiva y los mercados de destino de nuestros productos.
El muro es, al parecer, la punta del iceberg.
Es un botón de muestra a las trabas que pondrá Estados Unidos al resto de la región y que podría traer consecuencias desastrosas en nuestro desarrollo como país, al igual que a nivel continental.
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