La Haya, el mar, la historia

Acaba de concluir en  París una “reunión de estudio,” de cara a los alegatos a verificarse dentro de un mes en el tribunal internacional de La Haya, de buena parte del numerosísimo grupo encargado de la defensa de la posición chilena en relación a la demanda boliviana.

Si nos atenemos a la información de El Mercurio, ese encuentro fue, como todo indica “ a todo trapo”, incluída la celebración, con torta y cantos de cumpleaños en honor al ex militante comunista, del Mapu, del Mapu OC, de la IC, etc. y de otros partidos, hoy ultra derechista y futuro ministro de  Relaciones Exteriores  Roberto Ampuero.

No nos queda clara la relación entre el cumpleaños del citado individuo con los temas jurídicos que se supone objeto del encuentro, pero así fue según la versión mercurial.

No por nada la Cancillería chilena es objeto en estos momentos de observaciones por gastos excesivos y desordenes administrativos, incluído un juicio de cuentas a cargo de la Contraloría General de la República.

Pero volvamos al alegre encuentro parisino. La cita fue en el lujoso edificio de la calle Paul Cezanne (¿qué culpa tendrá el gran pintor pos impresionista? ) donde se ubican las oficinas de los más de doscientos abogados que forman el Estudio Jurídico Freshfields uno de los más caros del mundo y que es uno de los asesores chilenos en el caso.

El relajado torneo congregó también, entre muchos otros, abogados británicos, australianos, argentinos, franceses, chilenos, entre otros, además de un buen número de altos funcionarios de la Cancillería.

Naturalmente estaba también el Agente especial para el caso, el abogado chileno Claudio Grossman del que debo decir que, sabedor de su idoneidad y su capacidad profesional, estimo que bastaría que le dejaran trabajar tranquilo a él y a lo más un par de asesores y todo  sería mejor y podría el país ahorrarse muchos recursos económicos.

Pero la realidad es la que es. Aunque brevemente, conocí por dentro ese ministerio, pude participar en un encuentro de embajadores específicamente convocado para el tema del juicio en La Haya. Hablo con propiedad.

Lástima grande que este gobierno de la Presidenta Bachelet haya tenido un Canciller como el que tiene. No se puede pedir más y sabemos bien que con el que viene obviamente no mejorará la situación.

Uno de los aspectos de los que ni se habla ni considera, sobre todo en aquellos sectores políticos dependientes de los grandes centros de poder internacional, es el del origen real de los conflictos internacionales y especialmente en este caso particular.

Por eso parece pertinente tener en cuenta la historia real respecto de las causas de este conflicto específico con el hermano país. Es decir el fondo real que está detrás del discurso jurídico.

La historia de nuestro país ha sido relatada en diversas versiones escritas por los más prestigiosos historiadores. Pero una parte de quienes han escrito la historia han intentado ocultar, disfrazar, disimular, el verdadero origen, es decir la causa real de este conflicto.

Causa que no fue otra que el dominio del salitre. Como recuerda el historiador Ivan Lubetij, se ha denominado “Guerra del Pacífico” al conflicto bélico que, entre 1879 y 1883, desangró a Chile, Bolivia y Perú y que, en rigor, como él advierte, debe denominarse “Guerra del Salitre”.

Es sabido que a mediados del siglo XIX la suerte del llamado desierto de Atacama cambió absolutamente al descubrirse el valor del salitre que allí existía. Fue entonces que nacieron esos problemas fronterizos que se intentó zanjar con un tratado entre Chile y Bolivia en 1866 que estableció una zona de uso común para el mutuo aprovechamiento de esa riqueza minera. Aquello no prosperó y en 1874 se eliminó mediante otro tratado la zona compartida.

Dos años antes se había instalado en territorio boliviano una Compañía chilena, la que al ser notificada de un aumento del impuesto que debía pagar por la extracción de salitre desde el vecino país, no acató tal resolución. El gobierno chileno rompió relaciones con Bolivia. En febrero de 1879 invadió la ciudad boliviana de Antofagasta y le declaró la guerra al vecino país al siguiente mes de marzo del mismo año.

Eso es lo oficial. Sin embargo, no es posible ocultar que la causa de fondo, lo que estaba detrás de todo, eran los intereses de los inversionistas ingleses. Esos intereses eran los que realmente estaban en juego. Lo que defendían las tropas chilenas no era sólo a los capitalistas nacionales sino, sobre todo y en primer lugar, a los grandes intereses británicos instalados en Tarapacá pocos años antes

Uno de esos inversionistas fue  John Thomas North quien había ingresado a Chile para trabajar como un modesto mecánico en un a maestranza de ferrocarriles, pero que a poco andar se asoció con su compatriota Robert Harvey, un oscuro personaje que había esquilmado a medio mundo.

Ambos pudieron comprar las salitreras y ¡curiosidades de la Historia ! lo hicieron gracias a créditos que les fueron otorgados por el banco chileno de los Edwards.

Y así fue como el salitre pasó a manos de los británicos. Por cierto el maestro North, el modesto mecánico, se transformó en uno de los hombres más ricos del mundo.

Los ingleses controlaban además la distribución del agua para el consumo y todo el comercio en la pampa. Luego se instalaría en Chile, además, la banca inglesa.

John Thomas North pasó a ser en los hechos el patrón, el jefe de abogados, parlamentarios, funcionarios y políticos chilenos partidarios de los grandes capitalistas chilenos y extranjeros. A la par Mister North llevaba sus inversiones a otros países de nuestro continente. Suena conocido.

Y así, al precio de muchos miles de chilenos, bolivianos y peruanos muertos en los combates, Chile se apropió de las provincias de Tarapacá y Antofagasta, creciendo en muchos miles de kilómetros. Bolivia quedó sin mar. Y el salitre, causa de fondo de todo cuanto sucedió, quedó en manos del imperialismo inglés. Como siempre, los perdedores fueron los pueblos de los países en conflicto.

Lo que explica que durante muchos años las fuerzas democráticas y progresistas de nuestro país buscaran fórmulas en las que, sin dañar los propios intereses nacionales, se abriera la posibilidad de convenir con las naciones vecinas una fórmula jurídica que haga posible el acceso de Bolivia al Pacífico. La consigna de “Mar para Bolivia” hace mucho que no se escucha con la fuerza suficiente.

¿Habrá estado presente, siquiera como elemento histórico, este sentido anhelo en la fiesta de cumpleaños de Ampuero en París?

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