En el último encuentro regional del Parlatino, instancia que presido, compartimos también el trabajo con Eurolat - grupo Euro-Latinoamericano de parlamentarios, para tratar asuntos sobre seguridad ciudadana, medioambiente, derechos de la mujer y asuntos políticos.
Era inevitable que la situación efervescente por la que atraviesa nuestra región fuera el eje que guiara nuestro encuentro, ante democracias que pasan por momentos cruciales de los cuales debemos salir fortalecidos y no todo lo contrario. En ese sentido, llegamos a la conclusión de que es válido preguntarse si hacemos nuestra labor en la forma adecuada; es que existe una sensación térmica de que estamos llegando tarde, que hemos perdido la credibilidad de la ciudadanía.
Aquello tiene que ver con un hecho práctico, nuestros presidentes ya no se reúnen, ya no hay diálogo. Las espacios multilaterales se perdieron bajo la mal entendida ideología. Desde la génesis de Unasur, pensada por Chávez como una bandera netamente personal, hasta la arremetida de Prosur, para hacer un contrapeso y sepultar la primera. Un manejo infantil de nuestras relaciones exteriores que ya estamos pagando.
De ahí la expectativa lógica en estos foros respecto que solo tienen sentido si ofrecemos políticas públicas que se puedan llevar a cabo. El cambio necesario a nivel regional recae en nuestros parlamentos para implementar marcos de acción que empujen a nuestros gobiernos.
Bueno, entonces es nuestra obligación instar a los Presidentes a combatir las necesidades de los pueblos, que parecieran no estar en sintonía con los intereses casi personales de algunos Jefes de Estado, lo que ha evidenciado las malas gerencias de los gobiernos.
Desde los parlamentos debemos obligar a los Presidentes a dejar sus diferencias: estamos para legislar, para fiscalizar, y estamos para llevar propuestas. Pero no tenemos tiempo, no lo desperdiciemos tampoco.
Este emplazamiento a los gobernantes es necesario, somos 140 parlamentarios que buscamos fortalecer nuevamente un proceso de integración y cooperación entre Europa y América latina.
Es que el escenario es desolador con una Celac que no funciona y la falta de compromiso por una marcada identidad latina y del Caribe. Lo que reclamamos es que los gobiernos deben superar las diferencias que han sido disfrazadas en el funcionamiento de la Alianza del Pacífico, pero ésta tiene un objetivo netamente económico que no suple lo que los encuentros pueden alcanzar.
Es imperativo que desde los Parlamentos empujemos a nuestros gobernantes a tener conciencia de su obligación política y moral de superar las diferencias basadas en ideologías y reunirse. Porque lamentablemente hay un proceso de profundo deterioro de la integración en nuestra región respecto los Estados y gobiernos.
Una tormenta perfecta con organismos creados bajo un paraguas netamente ideológico en donde vemos organismos subregionales de cartón, meramente nominativos, porque no tienen la voluntad política de tomar decisiones conjuntas que en el caso de la relación con Europa permitan potenciar el desarrollo económico y social.
En esta división los únicos dañados son los ciudadanos, porque no existe la idea de tomar decisiones conjuntas, lo que nos debilita como región.
Ya vemos lo que pasó con el papelón protagonizado por Chile en la COP25, donde no fuimos capaces de articular una postura común ante los cambios en materia medioambiental que urgen a nuestra región. Sin llevar propuestas coordinadas que marquen las prioridades de nuestra zona. El más claro resultado del desmedro a una política exterior multilateral que ha caracterizado a la administración actual.
Al final las terribles consecuencias se traducen en que no recibimos beneficios de acuerdos más amplios con países avanzados, trabas para abrir mercados o imposibilidad de construir acuerdos en materia migratoria.
Como si estos ejemplos fueran poco, tampoco podemos aumentar el acceso a cooperación cultural ni científica, para qué hablar de política pública de desarrollo sustentable o acuerdos que logren superar la desigualdad. Hay un retraso, un estancamiento es que es producto de la ineficacia de nuestros ejecutivos. Y aquello también es deber moral nuestro cambiarlo.
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