El papa Francisco y no más capitalismo

Cuando el mundo enfrenta uno de sus más complejos momentos, por las guerras económicas y militares que el presidente Trump ha iniciado en Yemen y ha continuado en Palestina, y países y naciones siguen sufriendo del crimen y el horror impuesto por el imperio; el escenario la muerte del papa Francisco pareciera dejarnos sin liderazgo y sin guía.

Por ello, queremos rescatar la figura de Jorge Mario Bergoglio Sivori, y hacer una reflexión sobre, probablemente, uno de los mensajes más importantes de su pontificado: no más capitalismo.

Tuvo el valor de hacer una denuncia profética y una crítica profunda al capitalismo. Sin duda para los/las que creemos en otra forma de desarrollo, con armonía con la naturaleza, con respeto profundo a la dignidad de las personas y comprometido con la construcción del nosotros, su palabra nos identifica.

Probablemente, la claridad de su palabra explique el silencio de su denuncia más profunda, en los medios de comunicación social y en la tibieza del compromiso, en parte importante de la curia, que se resistía a entender que la fe tiene una dimensión política ineludible y que de alguna forma el cristiano/a tiene el deber de tomar posición a favor de los pobres y oprimidos, que la opción preferencial por los pobres que hace la Iglesia Católica no está en discusión, solo falta el compromiso de hacerla carne, cuestión que el papa Francisco planteo repetidas veces.

Este mensaje no es baladí, ya que son muchos los obispos y curas que se resistieron a él, que no quisieron nunca que se expresara en forma tan clara en contra de un modelo de dominación que esclaviza y que consecuentemente con ello, no nos hace libres.

Desde su encíclica Laudato Si, Alabado seas, hace una crítica tajante y cruda al neoliberalismo y a la forma como este concibe el desarrollo económico y social del mundo. Rechaza la economía de mercado contemporánea desde las perspectivas éticas y científicas.

Rechaza una economía que se basa en el incremento del consumo de la sociedad como un todo y de cada uno de sus individuos. Denuncia como una idolatría el consumo, ya que este conduce a una degradación de la dignidad humana, al restringir sustancialmente la posibilidad de que se detonen las potencialidades esenciales de hombres y mujeres como individuos y como colectivo social; su desarrollo cultural, estético y espiritual con sus congéneres, sin la cual no es factible erradicar la pobreza y la exclusión.

Por otro lado, sostiene que el crecimiento económico indefinido, atado al consumismo, es una de las causas fundamentales de la actual transgresión de los límites impuestos por la naturaleza al desarrollo.

Señala con claridad que no es dable confiar en la economía de mercado de hoy y en los posibles desarrollos de la tecnología como medios para superar la profunda crisis socioambiental. Concluye Francisco que la política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia.

Que pensando en el bien común se necesita imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se pongan decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana.

En octubre del año 2020, Francisco en una nueva encíclica, Fratelli Tutti, Hermanos Todos, nos invita a reflexionar sobre la importancia de la fraternidad y del amor en las relaciones sociales.

No todo se resuelve con la libertad de mercado.

Que el derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica.

Existe la imperiosa necesidad de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas. Promueve condiciones para que todo ser humano tenga vivienda, trabajo y tierra. Ello implica desterrar y superar una visión individualista de la vida.

Reivindica el sentido social de la existencia, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona. Propone un nuevo orden mundial donde los pobres están en el centro.

Invita a pasar de una civilización técnico industrial e individualista a una civilización de solidaridad, de preservación y cuidado de toda la vida. Cree en la superación de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza de que podemos y debemos cambiar el rumbo.

El mercado no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer, como si fuera un dogma fe neoliberal, que el mercado resuelve las cosas. El neoliberalismo es un pensamiento pobre, repetitivo que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente, se reproduce a sí mismo sin más, como si fuera el único camino para resolver los problemas sociales, y lo que termina haciendo siempre es agudizarlos.

Somos muchos los cristianos y los humanistas que creemos que construir un nuevo paradigma (o no tan nuevo) de una sociedad fundada en la fraternidad y la solidaridad, es el gran desafío de siglo XXI. Ya que el paradigma del individualismo se terminará por inclinar ante el paradigma de la solidaridad y la comunidad, porque la interdependencia es una necesidad, todos/as necesitamos de la ayuda y la presencia de los otros/as para construir nuestro yo y realizarnos con plenitud en nuestra vida personal y social.

Hasta pronto papa Francisco, seguro que le esperan los hombres y mujeres buenos que ya han partido de este mundo. Aquellos que tenemos fe, creemos en su resurrección y para aquellos que no tiene fe en un Dios, seguro que su nombre trascenderá, ya que los hombres buenos no mueren, renacen en los sueños y las esperanzas de los pequeños hacedores de la justicia y de la historia.

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