El 4 de octubre recién pasado, en la fiesta de San Francisco de Asís, ha sido dado a conocer un nuevo documento del papa Francisco, se trata de la exhortación apostólica "Laudate Deum" ("Alaben a Dios"), dirigida a todas las personas de buena voluntad sobre la crisis climática. Ocho años antes, el 25 de mayo de 2015, había aparecido su carta encíclica "Laudato Si'" sobre el cuidado de la casa común, que ha tenido un gran impacto en el mundo creyente, tanto católico como cristiano en general, y que se ha transformado en un documento señero en una disciplina relativamente nueva, llamada ecoteología.
El planteamiento que se encuentra a la base en ambos escritos es que el ser humano no es alguien ajeno al o separado del mundo, sino que es un ser-en-el-mundo: está esencial y estructuralmente vinculado a su entorno y, debido a su inteligencia y libertad es responsable del cuidado y conservación del mismo.
Me parece que este último documento está motivado por dos hechos estrechamente emparentados: 1°, su preocupación por la falta de reacciones y el agravamiento de la crisis en estos ocho años; y 2°, la realización de la próxima conferencia mundial sobre el clima, la COP 28, a efectuarse en Dubai, esperando que "dé lugar a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un monitoreo permanente" (n. 54).
Más que enumerar y dar breve cuenta de las seis partes que conforman el texto, voy a señalar algunos elementos que me parecen de importancia.
Menciona a quienes se burlan de la seriedad de la crisis climática ridiculizando con apreciaciones despectivas y poco racionales, incluso dentro de la Iglesia Católica, a aquellos que advierten de su existencia y peligros. A modo de ejemplo, cito parte del n. 58: "Terminemos de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, "verde", romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos. Aceptemos finalmente que es un problema humano y social en un variado arco de sentidos".
No hay ninguna duda del origen antrópico del cambio climático (n. 11), que se apoya en un paradigma tecnocrático que plantea el espejismo "de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología" (n. 21). Junto a lo que se encuentra la visión economicista en la que "la crisis climática no es precisamente un asunto que interese a los grandes poderes económicos, preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se pueda" (n. 13). Lo que nos ha llevado a esta situación es la economía y nuestro modo de concebirla: "la lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad. En los últimos años podemos advertir que, aturdidos y extasiados frente a las promesas de tantos falsos profetas, a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se construye para ellos" (n. 31).
Como se ve, la responsabilidad no es de todos los seres humanos por igual, sino principalmente de los grupos de poder con sus exacerbados intereses económicos y el espejismo exitista que han diseminado y contagiado como un virus. De ahí que sea vitalmente necesario el repensar nuestro uso del poder, su sentido y límites (nn. 24-28) a fin de utilizarlo no para la destrucción, sino para la vida y la protección de los más débiles y del planeta.
Puesto que no es mi intención hacer un "spoiler" del documento, termino esta reflexión con el mismo final que le coloca el papa Francisco a su escrito: "'Alaben a Dios' es el nombre de esta carta. Porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo".
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