"La injusticia cometida en cualquier lugar constituye una amenaza a la justicia en todas partes. Estamos inmersos en una red indestructible de relaciones mutuas, atados a un mismo destino. Lo que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente".
Esta frase del pastor bautista y líder del Movimiento por los Derechos Civiles, Martin Luther King, sintetiza la profunda conexión entre la fe cristiana y la lucha por la justicia. King demostró que la acción social no violenta es un imperativo moral, no solo una opción política. Como evangélico, considero que los principios de nuestra fe son la inspiración más poderosa para construir comunidades sanas, justas y solidarias. El cristianismo auténtico es un llamado a la acción social y a la defensa de la dignidad humana.
En tal sentido, no es correcto suponer que la fe evangélica deba asociarse naturalmente a los sectores políticos conservadores. La historia reciente de Chile demuestra una realidad mucho más diversa y comprometida. Durante la dictadura, por ejemplo, la resistencia evangélica fue liderada por figuras como Helmut Frenz, obispo luterano, quien fundó la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (Fasic), que brindó asistencia médica y apoyo a los detenidos en los centros de prisión política del régimen. Asimismo, la Iglesia Metodista de Chile tuvo un rol activo en la defensa de los derechos humanos, al participar en la creación del Comité de Cooperación para la Paz, y líderes evangélicos de distintas denominaciones firmaron una carta abierta al dictador, el 29 de agosto de 1986, exigiendo el retorno de la democracia y el respeto a los derechos humanos.
Del mismo modo, debemos recordar que los mayores avances institucionales para las iglesias evangélicas -como la ley de Culto, el feriado evangélico y la creación de la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos (ONAR)- se concretaron bajo gobiernos progresistas. Todo ello demuestra que el mundo evangélico en Chile es diverso y no puede asociarse automáticamente a una visión política conservadora. Nuestra fe no pertenece a ningún sector en particular: Expresa múltiples sensibilidades y experiencias. Cada creyente debe decidir fiel a sus valores, entre los diferentes proyectos políticos en disputa.
Si observamos la historia, la derecha ha defendido posturas excluyentes, como su oposición al reconocimiento de hijos nacidos fuera del matrimonio, en su tiempo mal llamados ilegítimos; pero también a otros avances civilizatorios, como la ley de Divorcio, siendo Chile uno de los últimos países del mundo en implementarla. Ese moralismo restrictivo contrasta con el mensaje de Jesús, quien se acercó a los marginados y a las personas que sufrían injusticias, para ofrecerles dignidad y esperanza.
De hecho, en esta campaña presidencial, la candidata progresista Jeannette Jara ha sido blanco de ataques que buscan asociar su agnosticismo con una amenaza a la libertad religiosa. Se trata de un intento burdo de manipular el voto de quienes profesan la fe evangélica, reduciendo la espiritualidad a una etiqueta partidaria, en vez de referirla al sentido de trascendencia que damos a la vida y la forma en que ponemos en práctica el amor al prójimo. En Jeannette Jara, la espiritualidad se expresa en una ética solidaria y profundamente humana, visible en su compromiso con la inclusión, la diversidad y los derechos sociales.
Esa mirada contrasta con el integrismo moral que ciertos sectores conservadores buscan imponer como si fuera la única interpretación posible del cristianismo. Dichos sectores hoy se oponen incluso a ley de Aborto en Tres Causales, la que aplica para casos de violación, riesgo vital de la madre o inviabilidad del feto. Sin embargo, no es cristiano forzar a una mujer víctima de violación a llevar adelante un embarazo ni poner en riesgo su vida por una definición moral impuesta y cuestionable. Además, a ese mismo niño después se le niegan las condiciones básicas para vivir y crecer con dignidad, lo que demuestra que el discurso de defensa de la vida es un eslogan falaz y contradictorio.
Frente a esa mirada excluyente, la fe auténtica se sostiene en la justicia social. El mensaje de Cristo no avala un modelo en que el 1% más rico concentra prácticamente la mitad de la riqueza, mientras millones viven con lo justo y menos. Jesús expulsó a los mercaderes del templo porque entendió que la codicia destruye la comunidad. La verdadera fe no acumula poder ni privilegios: Libera, comparte y construye fraternidad.
Por eso mismo, cuando la religión se convierte en herramienta de dominación o en negocio, se desvirtúa su sentido más profundo. El reciente caso de la fundación Un Solo Corazón, encabezada por una militante del Partido Republicano acusada de fraude piramidal, es un ejemplo doloroso de esa instrumentalización de la fe. Usar el manto de la religión para encubrir la mentira y el lucro personal no solo daña la confianza pública: Es una traición directa a los principios más elementales del cristianismo.
Frente a ese integrismo que divide, el mensaje de Jesús nos llama a vivir la fe desde la compasión y el servicio. La fe no se demuestra con consignas, sino con gestos concretos de justicia y cuidado hacia nuestro prójimo. Jesús nos enseñó que la fe se declara sirviendo y amando. No hay cristianismo sin justicia ni espiritualidad sin verdad.
Invito sinceramente y con humildad a mis hermanos y hermanas evangélicos a ejercer el discernimiento que siempre nos ha caracterizado, y que respondamos las preguntas: ¿Qué nos diría Jesús hoy? ¿Qué les diría a los candidatos? No todo discurso que invoca a Dios está inspirado verdaderamente en el Evangelio, y no todos quienes llaman señor al Señor heredarán el Reino.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado