Durante estas últimas semanas hemos sido testigos de la gran adhesión que la población chilena ha tenido al proceso de vacunación Covid-19. Lo anterior indica que las personas quieren cuidarse, se preocupan de su salud y la de sus familias, más de lo que se piensa. Para todos quienes leen esta columna y que alguna vez se refirieron a las personas como "porfiadas" o "irresponsables", la conducta adoptada demuestra todo lo contrario.
¿Cómo se explica el éxito del proceso de vacunación?
En primer lugar, quiero destacar al personal de la Atención Pública en Salud (APS), que ha estado y sigue estando dispuesto a cuidar de la salud de otros. En segundo lugar, la explicación del proceso de vacunación ha sido simple: dos dosis, separadas una de otra con un intervalo de tiempo definido y claro. Tercero, la autoridad sanitaria ha dispuesto de un gran número de vacunas, ha favorecido que las personas acudan a los servicios de salud y puntos de vacunación durante la jornada laboral y, además, ha estado atenta para desmentir oportunamente fake news, entregando información clara y precisa.
Entonces ¿por qué pese a la alta cifra de vacunación, los contagios por Covid-19 no disminuyen?
La explicación a esto es un poco más compleja. A las desigualdades en salud, que sabemos explica gran parte del problema, debemos agregar que las autoridades sanitarias tienes un gran "sesgo a favor de sí mismas", cuestión que en palabras simples implica atribuir éxitos o resultados positivos a causas internas (capacidad y/o habilidad) y los fracasos o resultados negativos a causas externas (incapacidad de otros, mala suerte, etc.).
Pese a que todos reconocemos el exitoso proceso de vacunación impulsado, hay una larga lista de cuestiones que, producto de este sesgo, son ignoradas. Menciono solo unas pocas, pues ellas son vox populi: el permiso de vacaciones, la apertura de cines, malls y gimnasios, suspensión del permiso de desplazamiento y posterior retractación.
Es esta inconsistencia lo que las personas no entendemos. Por un lado, se flexibilizan medidas, pero por otro siguen muriendo chilenos y chilenas. Cuando las instrucciones no son claras las conductas son erróneas. A lo anterior hay que sumar otro elemento que es el "sesgo optimista" de las personas.
El optimismo es la tendencia a esperar resultados más favorables que desfavorables, y se vincula con buenos resultados en salud. Pero también existe el "sesgo optimista", que es la creencia de que eventos negativos no le ocurrirán a uno, cuestión que se asocia con peores comportamientos de salud. Entonces, es probable que muchas personas que tengan este sesgo, sobretodo jóvenes, tiendan a ignorar síntomas y acudan tardíamente a los servicios de salud, o bien consideren que es improbable que se contagien, pese que el virus circule por sus narices. Este sesgo incluso podría ser una variable más que explique que personas no se hayan vacunado o bien no lo hagan, cuando llegue su momento.
¿Qué se debe hacer? Es necesario comunicar los riesgos de forma precisa y clara, considerando -por ejemplo- una estrategia focalizada para distintos grupos etarios y de diferente nivel socioeducativo, aumentar la información sobre cómo ocurre el contagio en grupos similares (sirve más consumir información sobre personas que se contagian que son semejantes a uno), y fortalecer normas sociales sobre la importancia de mantener el uso correcto de mascarillas, lavado de manos y otras conductas que nos pueden proteger.
Necesitamos atender a esto con urgencia. Nuestras autoridades deben analizar sus sesgos y los sesgos de las personas. Hay que reparar los errores, no basta sólo con tener vacunas disponibles.
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