Cada día, miles de interacciones entre profesionales de la salud y pacientes ocurren en consultorios, hospitales o clínicas. Aunque el contexto varíe, la relación médico-paciente es un vínculo fundamental para los resultados en salud. Sin embargo, este aspecto muchas veces se invisibiliza. Se tiende a asumir que los tratamientos farmacológicos son suficientes, pero su efectividad depende en gran medida de una adecuada comunicación y de una conexión respetuosa con el paciente. La calidad de esta relación es crucial para la adherencia al tratamiento y para generar confianza en el sistema de salud.
Los malos tratos en salud abarcan faltas de respeto, deficiencias en la comunicación y prácticas poco profesionales. Ejemplos frecuentes incluyen explicaciones poco claras, falta de escucha, lenguaje incomprensible, comentarios despectivos o ausencia de respuestas a preguntas. Estas conductas generan insatisfacción, estrés y, en muchos casos, abandono del tratamiento. Estudios realizados en Chile confirman que los malos tratos son una realidad en el sistema público y privado, aunque se reportan con mayor frecuencia en el sector público, lo que agrava las desigualdades en salud.
El impacto de estas experiencias negativas no solo es emocional, sino también físico. El estrés asociado a los malos tratos se relaciona con mayores riesgos de enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes. Además, los pacientes que perciben malos tratos suelen adoptar conductas no saludables y evitar el uso preventivo de servicios médicos.
A pesar de su importancia, las habilidades relacionadas con el trato humano y la comunicación efectiva no siempre son parte integral de la formación de los profesionales de la salud. Aunque algunos programas incluyen formación en ética o comunicación profesional, es necesario un enfoque más sistemático y profundo. Las mal llamadas "habilidades blandas", como la empatía, la escucha activa y el respeto, son esenciales para lograr mejores resultados en salud y deberían ser entrenadas de manera estructurada mediante talleres, simulaciones y evaluaciones específicas.
La medicina no debe limitarse a la prescripción de medicamentos o a los procedimientos técnicos. Es fundamental formar profesionales que conecten emocionalmente con sus pacientes, comprendan sus temores y expectativas, y los traten con dignidad. Mejorar la calidad de la atención implica unir ciencia y humanidad, porque los tratamientos más avanzados carecen de sentido si los pacientes no se sienten respetados o comprendidos.
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