La ceguera cognitiva es el mal que padecen los que no saben que no saben. Como resultado de padecer tal mal, creen que saben. Esto no sería problema si tales creencias se mantuvieran en secreto y no fueran expuestas, a veces irresponsablemente, al público conocimiento. Bueno pero, ¿qué tan irresponsable se puede ser cuando se es ciego cognitivo.
A mi entender, la ceguera cognitiva puede estar alimentada por la furia de las instalaciones paradigmáticas que tienen origen en las ideologías o en la religión, o en instalaciones que yacen en el corazón de las profesiones, que forman parte de su esencia. Bueno y también, qué duda cabe, de alguna cuota de confundidor narcisismo. Mi profesor guía de tesis cuando cursé mi magister hace ya muchos años, economista él, tarjó la palabra "económica" en el texto que yo había escrito cuando expresé una sentencia que decía "la racionalidad económica indica que...".
En fin, si tales creencias o convicciones generadas a partir de los cristales paradigmáticos que estimulan la prevalencia de cierta ceguera cognitiva permanecieran en secreto, no sería más que la rumia del homo sapiens tratando de conciliar el sueño y nadie resultaría dañado por el hecho. La ceguera cognitiva siempre existe, en todo orden de cosas. Es mucho más frecuente de lo que se podría creer y hay situaciones en que podría ser más peligrosa que en otras. El problema es cuando los ciegos cognitivos cuentan con espacios generosamente proporcionados por los medios para divulgar su pensamiento, espacios legítimamente logrados, sin duda meritorios, pero no necesariamente disponibles para decir cualquier cosa. Aquello no es legítimo. Es decir, allí es donde se facilitan los potenciales excesos de la ceguera cognitiva.
No se libra de lo anterior nuestra fracasada Convención Constituyente, en cuya empoderada componente maximalista develó también, entre otras cosas, algún grado de ceguera al momento de interpretar la realidad, lo que condujo a un resultado que fue advertido por los ciudadanos, con no poca ayuda de estrategas más sagaces ubicados en el bando contrario. El daño es que fueron rechazados componentes sensatos y necesarios para Chile, que formaban parte del paquete.
Alguien dirá, poniendo los ojos en alto, hacia los cielos, "perdónalos, señor, porque no saben lo que hacen". Tal cual, no saben lo que hacen. Tal es el problema de la ceguera cognitiva. Entonces claro, desde mi disciplina me encuentro con artículos no infrecuentes en la prensa chilena donde algún cieguito cree que ha descubierto la pólvora y lee la cartilla acerca de los problemas del sector de la salud y acerca de lo que se debería hacer para resolverlos, muchas veces recopilando un popurrí de ideas sueltas de distinto origen, como en una canción de despedida de Luis Dimas. Tal cosa no me parece aceptable, por el daño y la confusión que producen.
Así es que, como diría nuestro recordado "Don Pío" de "Medio Mundo": ¡es que nadie les ha hecho un parelé! Por eso todavía están ahí y lo peor de todo es que, conociendo a la especie, capaz que tengan pretensiones de influir sobre las autoridades, formalmente a cargo de conducir las políticas del sector de la Salud. Porque no saben que no saben.
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