A raíz de las penosas y prematuras muertes de infantes por virus sincicial y la escandalosa salida del ahora exsubsecretario Araos, es necesario reconocer que estamos ante un problema que tiene una magnitud y profundidad que parece ser mayor de lo que creemos. Nuestro sistema de salud históricamente en las fechas invernales activa una serie de medidas preventivas, pues, cuando se acerca el invierno, también lo hacen las enfermedades respiratorias que aquejan principalmente a dos poblaciones objetivo: adultos mayores y niños.
Es en el punto anterior donde debemos poner atención. Para este año se pretendía vacunar contra el virus de la influenza, mínimo, al 85% de la población objetivo. ¿Se logró la meta? Pues sin tener cifras oficiales de vacunación -que no están disponibles en el sitio web del Ministerio de Salud- algunos hechos parecen sugerir que no. El Decreto Exento número 11 de la casa ministerial indica que los puntos de vacunación debían estar disponibles hasta el 17 de mayo, o bien hasta cumplir con el indicador trazado; sin embargo, a la fecha hay una serie de puntos de vacunación activos.
¿Por qué no se ha logrado la inmunización? ¿En qué se está fallando? La respuesta a estas interrogantes, hasta ahora, apuntan a las graves fallas en la gestión y comunicación de riesgo por parte de las autoridades competentes. Las que, además, estaban de sobre aviso desde el año pasado de que en esta temporada invernal las enfermedades respiratorias podrían hacer colapsar los centros de salud. Pero esto es solo la punta del iceberg de los problemas que arrastra la salud en Chile.
Vale la pena recordar que el sistema de salud de nuestro país tuvo una capacidad de resiliencia extraordinaria en momentos muy duros durante la pandemia del Covid-19. Había información oportuna. Es por lo anterior que es inexplicable e inexcusable que se esté fallando en asignaciones de camas y tratamiento de pacientes con enfermedades respiratorias que se repiten todos los años, y que a la vez se haya perdido esa capacidad informativa. Lo grave de aquello es que esta incapacidad ha afectado a la población y al propio ministerio, puertas adentro.
Sin embargo, la misma pandemia ocultó -por dos años- el real estado del sistema de salud, el que estuvo enfocado casi en su totalidad en controlarla para evitar la muerte de nuestros seres queridos. Aquí las cifras pueden ayudar. La Encuesta Nacional de Salud 2019 desarrollada por UNAB señalaba que los chilenos evaluaban el sistema de salud con nota 3.9, cosa que -según el estudio- no ha cambiado en una década. Lo paradójico es que, según el Observatorio Mundial de la Salud de la OMS, en nuestro país el gasto total en salud por persona prácticamente se duplicó, pasando del orden de los 1.164 dólares para el año 2009 a 2.424 dólares en el año 2019.
Así, nuestro sistema de salud público es una real crisis social oculta que afecta al Chile profundo: personas en lista de esperas eternas, niños que mueren por no tener camas disponibles, falta de médicos especialistas que tienen a hospitales nuevos con última tecnología funcionando a medias, hospitales en desarrollo cuyas constructoras quiebran quedando sin terminar por años, hospitales regionales con infraestructura obsoleta o sin mantenimiento adecuado, subutilización de pabellones quirúrgicos o utilizados mañosamente por algunos médicos inescrupulosos que operan a pacientes privados con recursos públicos, o el posible colapso del sistema de salud privado, son parte de los grandes problemas que enfrenta la salud en Chile.
En este contexto, la muerte de infantes no solo nos debe remecer, sino que debe ponernos en alerta, porque parecen ser un síntoma de un problema mucho mayor que las enfermedades que terminaron con sus vidas. Para finalizar, el vergonzoso silencio cómplice del Colmed, junto a un gobierno que parece haber eliminado de raíz todo lo aprendido en materia de salud de la administración anterior, también son parte del problema y no deben pasar desapercibidos, mucho menos olvidados.
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