La Organización Mundial de la Salud declaró a la viruela símica como una emergencia sanitaria global. La medida busca promover y acelerar la cooperación entre las naciones para contener esta enfermedad que ya está presente en 70 países y ha afectado a 17.000 personas. La última vez que la OMS declaró una emergencia sanitaria fue con el Covid-19.
¿Debemos preocuparnos? Por un lado existen razones para pensar que nos encontramos ante una amenaza para la salud pública, pero de características distintas y menos serias que el Covid-19. Se trata de una enfermedad que produce fiebre y lesiones en la piel, pero que es sustantivamente menos contagiosa que el SARS-CoV-2.
Para contagiarse se requiere de un contacto estrecho por un tiempo prolongado, exponiéndose a gotas expelidas por el enfermo al hablar, o contacto directo con lesiones. Al mismo tiempo, se trata de una enfermedad de baja letalidad. En brote actual, fallecidos han sido menos de 1 por cada 1.000 contagios.
Más aún, se estima que la vacunación contra la viruela humana, que en Chile se realizó hasta 1978, conferiría aproximadamente 85% de protección para la viruela símica, lo cual es un nivel de protección adicional que no teníamos con el Covid-19.
Sin embargo, una enfermedad puede impactar en un sistema de salud no sólo por la vía del número de fallecidos, si no por el número de enfermos. Un paciente contagiado debe permanecer aislado por 21 días, con los costos que eso implica en términos de cuidados médicos y licencias. Al mismo tiempo, algunos pueden requerir hospitalización para manejar síntomas severos como dolor o infecciones asociadas (hasta 13% en brote actual).
Esto puede hacer que, dependiendo del número de contagios, pueda generarse una sobrecarga innecesaria al sistema de salud. Recordemos por ejemplo, que producto de la pandemia de Covid-19 se ha producido un incremento de 691% en listas de espera GES y 2 millones de personas esperan atención por un especialista.
Por otra parte, los fallecimientos por viruela símica, si bien poco comunes, son más frecuentes en niños y en pacientes con alteraciones en el sistema inmune y se relacionan con lesiones en la piel que se sobreinfectan. En ese sentido, cifras internacionales muestran que brote inicial actual ha afectado fundamentalmente a hombres entre 18 y 68 años (NEJM 2022). Sin embargo, la enfermedad puede afectar a todos y no sabemos cómo podría comportarse en caso de comenzar a contagiar a niños (ya se reportaron dos casos en USA), adultos mayores o personas con alteraciones en su sistema inmune.
En el pasado, otros brotes fuera de África habían logrado contenerse. Actualmente, la magnitud del brote hace difícil pensar que como humanidad podamos contenerlo en el corto plazo, y podría volverse endémica en otros territorios fuera del continente africano. Chile no está exento de este riesgo. En esa línea, mejorar el control de esta enfermedad requerirá sin duda ampliar acceso a vacunas, que hoy es limitado a nivel mundial, pero que ya se están usando en Europa, fundamentalmente en contactos de enfermos.
Finalmente, como país no debemos generar excesiva alarma por esta enfermedad, pero tampoco debemos minimizar el problema. Es clave reforzar la detección de casos sospechosos en fronteras y mejorar el conocimiento respecto a signos y síntomas, evitando retrasos en el diagnóstico a nivel local. Al mismo tiempo es importante fortalecer equipos de trazabilidad, para buscar y aislar contactos, y en la medida de lo posible, promover acceso a vacunas.
La viruela símica no ha sido hasta el momento una enfermedad grave, pero la oportuna alerta de la Organización Mundial de la Salud nos recuerda que no debemos bajar los brazos para contener este brote, evitando una nueva sobrecarga al sistema de salud, que recién intenta recuperarse de crisis generada por última pandemia.
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