Para quienes somos católicos nos llena de orgullo el papel que le correspondió asumir a nuestra iglesia durante la dictadura y muy en particular al cardenal Raúl Silva Henríquez.
Quienes vivimos ese doloroso momento de nuestra historia conocimos lo duro y complejo que le significó a nuestra iglesia y al cardenal asumir el rol que le correspondía en la defensa de toda dignidad humana y los derechos humanos. Como nunca se hizo patente el mensaje de Cristo: "Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien por causa del Hijo del hombre" (Lucas 6:22) "Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias". (Mateo 5:11)
Los mismos católicos que defendían al gobierno militar lanzaban diatribas contra él y hacían campaña para obtener firmas en su contra. Me tocó verlo en plena calle Esmeralda en Valparaíso, donde en una mesa se dedicaban a registrar esas firmas. Recuerdo que fui y me enfrenté a esas personas, no sin temor, porque estaban amparados totalmente por el gobierno de entonces y era sumamente peligroso contradecir. Lo mismo hice en una carta al lector del diario El Mercurio de entonces.
Me violentaba profundamente lo que se decía; "saquemos al cardenal rojo" y la brutalidad e ignorancia que eso significaba. Ignorancia de quienes se decían católicos pero, desconociendo el mensaje de Cristo, eran capaces de insultar a una autoridad de ella.
La tarea fue dura. Primero con el Comité Pro Paz que en nuestra Región de Valparaíso cumplió un rol extraordinario. Mi querida madre fue una de las asistentes sociales de dicha instancia y por ello fue perseguida, y toda nuestra familia. Después vino la Vicaría de la Solidaridad, cuya labor encomiable es por todos conocida y sus frutos se pueden constatar incluso hoy, cuando nos referimos a la memoria histórica.
Pero la lucha del cardenal y de la Iglesia Católica ya se había iniciado en el gobierno de Allende, buscando generar un diálogo y encuentro entre el Ejecutivo y la oposición. Es así como el mismo 11 de septiembre envía este mensaje: "Amados hijos: En una hora dramática para Chile, los obispos de la Iglesia Católica hemos hablado a nuestro pueblo (...) lo hicimos también acongojados, porque nuestros insistentes llamados a la paz, a la concordia, al diálogo, que antes del 10 de septiembre habíamos hecho oír, no habían sido aceptados. Lo hicimos temerosos de 'que el rencor y el odio envenenen el alma nacional y hagan muy difícil la reconstrucción' por todos anhelada, de nuestra Patria." + cardenal Raúl Silva Henríquez.
Nuestra iglesia, con una gran visión, ya vislumbraba lo que le esperaba y estuvo dispuesta a jugarse. Parafraseando al padre Hurtado, "qué haría Jesús en mi lugar". Sin duda habría entregado su vida por el derecho y la dignidad de cada uno y de todos los chilenos, cualquiera sea su visión religiosa, filosófica, política o su condición social.
Fue una iglesia señera que marcó a toda una generación, que le hizo ganar el respeto de moros y cristianos, en el país y en el mundo, por su consecuencia y entrega. Sin lugar a dudas, asumió el tremendo riesgo al enfrentar a un gobierno que no tenía límites y que incluso había enviado a matar a Prats, Letelier y Leighton. ¿Por qué no podrían atentar contra la iglesia y en particular contra el cardenal?
El papa Francisco, en la segunda carta a los obispos chilenos a causa de la crisis de los abusos, les señala al respecto: "La historia nos dice que supo ser madre que engendró a muchos en la fe, predicó la vida nueva del Evangelio y luchó por esta cuando se veía amenazada. Una Iglesia que supo dar 'pelea' cuando la dignidad de sus hijos no era respetada o simplemente ninguneada. Lejos de ponerse ella en el centro, buscando ser el centro, supo ser la Iglesia que puso al centro lo importante. En momentos oscuros de la vida de su pueblo, la Iglesia en Chile tuvo la valentía profética no sólo de levantar la voz, sino también de convocar para crear espacios en defensa de hombres y mujeres por quienes el Señor le había encomendado velar; bien sabía que no se podía proclamar el mandato nuevo del amor sin promover mediante la justicia y la paz el verdadero crecimiento de cada persona. Así podemos hablar de Iglesia profética que sabe ofrecer y engendrar la vida buena que el Señor nos ofrece". (16/01/2018)
En esta conmemoración, es importante rescatar el grandioso testimonio del rostro de Cristo que entregó nuestra iglesia y nuestro cardenal, que merece por siempre nuestro mayor reconocimiento.
Gracias Señor por éste tremendo testimonio.
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