Callaqui, y los hijos de la felicidad

Sergio Canals
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Los “hijos de la nieve”, de la escuela de Callaqui, caminan descalzos bajo la lluvia, y comiendo nieve con azúcar como “helados artesanales”, en el Alto Bío-Bío, mientras, ya florecen los aromos.

Y mientras la vida fluye con una naturaleza que se hace en su belleza agreste y fría, los niños sonríen con su vida, y parecen felices en el reportaje televisivo.

Quizás están cerca de la filosofía zen, donde si tú sonríes a la vida, la vida te sonríe.

Para eso hay que ser a la vez, uno y distinto, a, y con la naturaleza, sin distinguir una contradicción a lo anterior, para poder vivir en ese espacio o “topos” de la relación entre estos opuestos, que a nosotros nos parecería imposible.

En ese momento, ellos son capaces de ser la rama de una araucaria cubierta con nieve, son la nieve y el hielo azucarado, pero a la vez son su propia conciencia del dulzor muy frío.

Donde esa unión y diferencia se desgarran y se unen, anunciando un vacío que no es, nacen y fulguran en una explosión luminosa, la belleza y la verdad. Un instante de una nueva realidad, como parte del universo y la humanidad completa, que llenan esta “nada”, de la vida en su plenitud.

No cabe duda, que los niños lo pueden hacer, como seres que abrazan con gozo el presente desde lo pequeño a la grandeza, pero a la vez, desde lo futurizo y la esperanza, que es donde radica gran parte de la posibilidad de la felicidad.

Y en Angol, encapuchados, queman dos casas, y se realiza en Santiago, una Cumbre de Seguridad para tratar la violencia de la Araucanía.

Mientras, se publican los resultados sobre la felicidad encuestada, donde el Maule, Bío-Bío, y la Araucanía, aparecen con los menores porcentajes de satisfacción vital, además de liderar la desocupación nacional.

El promedio del país, es de 7.2, y en esas regiones es de 6.8, 6.9 y 6.7 respectivamente.

Los factores asociados, además de la posibilidad de un trabajo digno y seguro, hablan de la salud mental y física, la presencia de amistad y estabilidad familiar, de las redes sociales, la abundancia de recursos, la libertad política y la ausencia de corrupción.

Es decir, de la posibilidad de que se despliegue la humanidad de la persona, en toda su grandeza y plenitud.

Pero, pocos destacan que en otra encuesta sobre la violencia escolar, porcentualmente, la región del Maule tiene un 20%, mientras que la región Metropolitana, lidera con un 42%.

Curioso, por lo menos, porque, Tony Judt, ya nos anunció que, “algo va mal”, al mostrarnos como, a mayor desigualdad de la renta, peores indicadores de salud mental, mayores problemas sociales y de violencia.

¿Acaso la esperanza, está entonces, en los niños?

Creo definitivamente que sí.

Los niños aprenden naturalmente, en la experiencia del amor, el bien, la bondad y la belleza. Así le confieren poco a poco, sentido a la vida.

Sentido dirigido a la felicidad, que para que sea verdadera, estará conducida naturalmente al bien, lo justo y lo correcto.

De lo contrario, los “hijos de la nieve”, se disolverán con la esperanza de felicidad, y nuestra humanidad, como “lagrimas bajo las gotas de lluvia”, (de invierno), donde ya, no, florecen los aromos.

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