Chile porno

Alberto López-Hermida Russo
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El filósofo y superventas Byung-Chul Han indica, a lo largo de sus libros, que una de las características propias de la sociedad actual es un arrebato por exhibirlo todo de manera grotesca y sin vergüenza ni pudor. Algo propio de lo pornográfico. Lo cierto, es que nuestro país vive estos días lo que el autor surcoreano viene denunciando hace más de una década. No sólo en redes sociales, sino desde la conversación más cotidiana hasta en los contenidos supuestamente más elaborados de los medios de comunicación, vemos cómo se expone con soltura exagerada y caricaturesca asuntos propios de la vida privada e incluso íntimos de ciertos personajes públicos.

Este no es un asunto de mojigatería o escrúpulo religioso y es verdad que, hasta cierto punto, uno es libre de decir y escuchar lo que quiera... pero es un hecho sintomático de la sociedad actual el que vemos cómo se ventilan relaciones turbulentas, infidelidades y maltratos con una naturalidad que no debe dejar de preocuparnos.

Desde ya meses estamos experimentando un nuevo auge del formato reality, donde personalidades de segunda línea deciden exponer por dinero y tiempo en pantalla su día a día, encerrándose y dejando temporalmente a un lado a parejas, hijos y otros familiares, con completa apertura a exhibirse, a iniciar una nueva relación y a atacar con violencia a otros con tal de "destacar" y "sobrevivir" en el programa. Hemos sido testigos pasivos de violencia física y sexual, maltrato animal, además de discriminación a minorías y a discapacitados.

Vemos también la exposición detallada de infidelidades en el mundo real a cambio muchas veces de millonarias cifras y sin preocupación alguna por el entorno propio (hijos pequeños incluidos) y ajeno. Infiel y engañada se pasean por distintos espacios, sin vergüenza, ni pudor, ni auténtica autoestima. Todo lo anterior ya no sólo se restringe al mundo del espectáculo, sino que la podredumbre permea al mundo del deporte de alto rendimiento e incluso a la política, como si ésta ya no tuviera suficientes miserias.

El escenario es aún más preocupante cuando a todo lo anterior le sumamos la incomprensible adicción de toda una generación que se proclama sensible al abuso, a contenido artístico visual y auditivo que expone la violencia verbal, psicológica, física y sexual especialmente hacia los grupos históricamente más vulnerados como son las mujeres.

Para quienes somos padres, y además hemos dedicado nuestra vida a la formación de jóvenes, es desesperanzador ver que todo el empeño que se pone para formar en valores humanos, sociales y profesionales, se vea a diestra y siniestra amenazado con la idea pérfida de que la violencia y la infidelidad pueden llegar a ser incluso favorables.

Podrá parecer alarmista este comentario, pero este síntoma no es exclusivo de nuestro país y lleva tiempo siendo diagnosticado por diversos pensadores y analistas. No se vaya a acusar de hipocondríaco al que alerta de una enfermedad de difícil cura.

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