Dos mujeres maravillosas

En la historia hay muchas mujeres que han sido testimonio de humanidad, la más esencial María, madre de Jesucristo, signo de esperanza para cada hombre y mujer. Ahora bien, en este escrito resalto las enseñanzas de dos discípulas de María, Simone Weil y Teresa Wilms Montt.

La primera, Simone Weil, mujer de la resistencia francesa y combatiente republicana, en su libro "A la Espera de Dios" relata refiriéndose "cuando Cristo mismo descendió y me tomó": "El Amor me acogió, mas mi alma se apartaba, culpable de polvo y de pecado". Esta anarquista militante de la columna Durruti en España comparte su experiencia de cómo Cristo se acerca a ella, diciendo ella no mediante alguien, sino que el mismo Cristo al darse cuenta que el amor todo lo ve y se sintió invitada del amor.

Nuestra Teresa Wilms Montt, escritora y poeta feminista y anarquista, expresa en su obra su historia de pasión, disidencias y deseos. En uno de sus versos escribe "El abismo de sus ojos tragóse todas las sombras y en mi cerebro se hizo la luz". De las tinieblas de los cismas, la luz es también una esperanza de experimentar la satisfacción del deseo, deseos de amor y erotismo.

Ambas grandes mujeres, que compartieron una forma de vida desde el anarquismo, una desplegando toda su vivencia ética hacia el cristianismo y la otra toda su estética a la vivencia de los sentimientos; las dos erupciones de luminosidad intelectual y de ardiente pasión, poseen abismantes conexiones espirituales en la que reconocen que todo pecado que cometen es un pecado mortal.

Mujeres vehementes en la que una -Simone Weil- declara que Dios tomó su alma y no la ha abandonado y la otra -Teresa Wilms Montt- escribe "Las lámparas de mis ojos destellan fulgores verdes encendidos de amor, culpables y queriendo ofrecerse a Dios; siguen ansiosos la sombra de oro envuelta en el torbellino refulgente de fuego eterno. Belzebuth, arcángel del mal, por qué turbar el alma que se torna a Dios, el alma que había olvidado las fantásticas bellezas del pecado original. Belzebuth, mi novio, mi perdición...", tal expresión lúdica y pasional de Dios y pecado, pareciese ser contradictoria, pero es totalmente pura humanidad, de la razón y del corazón.

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