Nunca lo hubiésemos pensado. Una empresa que vende accesorios de afeitar vino a provocar debate sobre el rol que tenemos los varones en la sociedad. Y no es cualquier debate.
El mensaje llega justo en un momento donde hablar de género es parte de la agenda global y gracias a ello, estamos siendo testigos de un cambio de paradigma. Parece que nos estamos cambiando de ropa, pero en realidad, las ideas del feminismo nos invitan a cambiar de piel. Y esto claro, genera molestia y dolor. Especialmente para algunos.
El género marcó la agenda política y social el año pasado de muchas maneras: la revolución feminista en Sudamérica, la campaña Me Too en Estados Unidos y diversos casos de violencia sexual como La Manada en España, han demostrado que es un tema relevante y necesario.
Ahora bien, ¿qué sucede que tantas personas asumen aún que hablar de género es exclusivamente un tema de “Mujer”?
¿Por qué los hombres nos resistimos tanto a entender que nosotros también somos parte de este juego?
¿Será que nos gusta jugar sólo con nuestras reglas?
Hablar de género es hablar de poder, de relaciones de dominación, entre unos y otros. En este caso, de unos sobre otras. Hay historia, hay antecedentes, hay evidencia.
Pero algo nos pasa a los hombres que vemos todo este escenario de transformación social como meros espectadores. Estamos tan cómodos en nuestro sillón, en nuestro trono privilegiado, que estamos esperando que el cambio lo hagan todo “ellas”.
Nos resulta cómodo no entender nada de feminismo y aun así, cuestionarlo. Nos da pereza comprender, leer, informarnos, conversar con otros sobre eso.
Preferimos sentarnos a esperar que “una feminista” nos explique, un domingo durante un asado, qué es el feminismo, resumido en 10 minutos y hacernos una idea de lo que es “pero rapidito porque empieza el partido en 15 minutos y no me lo quiero perder”.
Esa es la comodidad contra la que dispara este comercial. Por eso genera odio y resistencia. Si bien comprendo que a muchas personas les provoca desconfianza Gillete porque es una marca y esto sirve como estrategia de marketing y PurpleWashing, yo rescato varios elementos de esta campaña que me parecen valiosos.
El primero, mostrar diferentes tipos de hombres y no una imagen hipersexualizada, viril y única de la masculinidad.
En segundo lugar, por primera vez se pone atención en cómo los hombres nos vemos a nosotros mismos y no esa necesidad imperiosa de seducir a las mujeres y sexualizarlas.
El video es un aporte porque nos obliga a los hombres a mirarnos como iguales. Más allá del estereotipo, más allá de la competencia, como un igual que está siendo visto por otros y que sí puede ser un referente y educar a través del ejemplo. Ya no como una posibilidad sino como un imperativo para la humanidad.
Por eso este video asusta e incomoda. El “macho” que todos tenemos dentro tiene miedo porque las licencias de las que ha gozado se están terminando. La resistencia es sólo miedo. No queremos perder ni cambiar.
Sin embargo, yo me quedo con el mensaje de fondo. Los varones sin duda podemos hacer más. Mucho más por ellas y mucho más por nosotros mismos.
En una sociedad igualitaria ganan ellas pero también ganamos nosotros. Ganamos todos y todas. Cuando se nos quite el susto, quizás nos atrevamos a dar el siguiente paso. Para aprender a nadar primero hay que poder flotar.
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