La izquierda ha cultivado el odio como herramienta psicosocial y cultural para su estrategia política totalitaria, asumiendo la tesis de que los subalternos o los marginales son los depositarios del conocimiento y de la verdad, y con ello de un supuesto bien. Así ha logrado arrastrar a sus banderas ideológicas a sectores no de izquierda, que confundiendo la opción por los pobres con la nueva lucha de clases se han hecho eco de la propagación del discurso del odio.
La izquierda ha logrado sembrar semillas de resentimiento y odio a través de las artes, la educación y las comunicaciones, trasladando la lucha de clases a la lucha entre los sexos, entre familias y relaciones personales, entre pueblos chilenos, entre orientaciones sexuales, entre religiosos y no religiosos, etc. Esto ha derivado en diversos escenarios de violencia, dado que la izquierda ha aprovechado las ventajas que ofrece un gobierno débil.
El odio, si bien es resultado de una producción ideológica, ha encontrado su caldo de cultivo en el desamparo social y diversos abusos que han creado un contexto de impotencia histórica ante los cambios y las mejoras de las condiciones sociales. Así, la izquierda no ha trepidado para planificar la desestabilización de la democracia chilena, tanto en la práctica como en el discurso.
Es decir, ha promovido células violentas de desestabilización con el apoyo de medios de comunicación, tratándolas como manifestantes pacíficos y ocultando su discurso de guerra social; divulgaron una propaganda al más puro estilo Goebbels de violación de derechos humanos con apoyo internacional, demostrándose todo su armazón de mentiras, desconocen los acuerdos y las decisiones democráticas cambiándolas ex post facto para alterar la voluntad popular, entre otras cosas.
Tal como lo señaló Theodor Adorno en abril de 1967 en Viena, refiriéndose al neo-nazismo del Partido Nacional Demócrata alemán (NPD), lo verdadero entra al servicio de una ideología falsa y que por lo tanto la hazaña de toda resistencia en contra del totalitarismo consiste en criticar el abuso que hace de la verdad.
En definitiva, la izquierda ha declarado la guerra a través de la propagación del odio contra la democracia chilena, disfrazándola de lucha contra el neoliberalismo impuesto por la dictadura, lo que ha trasuntado ser un conjunto de eslóganes ideológicos y falacias que pretenden engañar al pueblo de Chile, sin embargo, se olvidan que el pueblo chileno es sensato y finalmente decide por el sentido común. El sentido común, muchas de las veces, es un fuerte impulso del bien común.
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