En Chile, el Presidente Gabriel Boric anunció en su Cuenta Pública ante el Congreso Nacional que tramitará una ley que despenaliza el aborto a todo evento, generando el murmullo general entre los parlamentarios más conservadores y la salida intempestiva de la sala de una decena de ellos, casi en su mayoría hombres. El debate político se ha mantenido por varios días, confundiendo una serie de medidas importantes de la gestión y entorpeciendo acuerdos en reformas clave, ante la amenaza de algunos sectores de no negociar frente a este "gustito ideológico".
En Argentina, el gobierno de Javier Milei cumplió su promesa de campaña y cerró definitivamente el Ministerio de la Mujer, acusando sesgo e ideología en su gestión en las administraciones pasadas, mientras, en contraposición, miles de mujeres marchaban por las calles de Buenos Aires el fin de semana anterior de este anuncio, acusando regresión de los derechos alcanzados y denunciando los femicidios que siguen abundando en la nación trasandina.
En México, ganó holgadamente la candidata oficialista a la presidencia, Claudia Sheinbaum, convirtiéndose en la primera mujer en lograr la máxima magistratura en el país azteca y engrosando la aún breve lista de mandatarias en Latinoamérica en el último siglo. Su triunfo ha dado pie a una serie de ataques y violencia de género en línea inusitado, como si ya no fuera suficiente la cantidad de crímenes que involucran a dirigentas y políticas, incluyendo cerca de medio centenar de mujeres líderes asesinadas en el último tiempo.
Tres países con historias y relaciones comunes, pero también con los mismos dolores. Es que a esta altura saber de reacciones destempladas como las de Chile, medidas regresivas en Argentina o violencia machista desde las redes sociales en México solo generan rabia, impotencia y la sensación de estar todo el tiempo chocando contra una muralla. Como si los movimientos "Ni una menos", "8M" o "#Metoo" de los últimos años fueran sólo actos simbólicos, casi metafóricos, de ciertos grupos de mujeres organizadas para molestar porque tienen un "sesgo" o una "ideología".
Frustra a ratos, hay que confesarlo. A veces toda la resiliencia del mundo no alcanza para pararse tras estrellarse contra esa pared, que desde el patriarcado se construye con nuevos ladrillos para contener los avances conquistados. Y a veces son señales sutiles, como que no te den la palabra en un foro o que un garzón no te pase la cuenta del restaurante, y otras veces devastadoras, como los crímenes de odio y la violencia de género en línea. Pero no nos damos por vencidas y no lo haremos jamás.
Hace poco tuvimos el privilegio de organizar uno de los paneles del Día Mundial de Libertad de Prensa que llevó a cabo Unesco en nuestro país, y al que invitamos a María Ressa, Premio Nobel de la Paz; Irene Khan, relatora especial de la ONU sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión; Elisa Loncón, académica y expresidenta la Convención Constitucional de Chile; Kristina Wilfore, directora de Innovación y Proyectos Globales de Reset; Samara de Castro, abogada y secretaria de Política Digital del gobierno de Brasil; y Luz Haro, fundadora de la Asociación de Mujeres Fátima en Ecuador y responsable del proyecto "Primera Escuela de Mujeres Líderes de la Amazonía".
Todas mujeres con una enorme experiencia y que han logrado salir adelante frente a la adversidad que les ha tocado vivir en sus respectivos países. Y la gran conclusión que se sacó en ese panel, en otras, fue que no nos podemos quedar calladas e impasibles ante los avances conservadores que pretenden imponer un "viejo orden", y que sin lugar a duda seguirán gatillando nuevas formas de violencia de género, como lo vivimos casi a diario en las redes sociales y en especial en contra de mujeres lideresas políticas, empresariales y de opinión.
Por lo mismo, no hay tiempo de lamentarse ni de pensar que esto es un retroceso. A ponerse ropa de trabajo y tomar el mazo para derribar la pared nomás, aunque construyan otra con más ladrillos y cemento. Hagámoslo en honor a las que nos precedieron, a las asesinadas, a las oprimidas, y sobre todo en honor a las valientes. Por acá, bienvenidas las expertas en demolición.
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