Soy uno de los tantos que conocieron a Gastón Soublette y tuve el privilegio de compartir frecuentemente con él, entablando una relación de amistad. Lo conocí por el año 1981, en el mítico Campus Oriente de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Yo era estudiante de la Facultad de Teología y asistí a un curso que él daba, sobre Filosofía Oriental.
En aquellos años ya era un personaje, una figura magnética para muchos jóvenes estudiantes. Muy pronto empezamos a conversar fuera de las clases sobre filosofía oriental y cristianismo, principalmente sobre la persona de Jesús de Nazaret. Pero hubo un punto en especial que galvanizó nuestra interacción: la no-violencia activa.
Me contó que mientras estuvo en Francia, como agregado cultural en la embajada de Chile durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, conoció y se hizo discípulo de Lanza del Vasto, quien fuera uno de los más grandes profetas de la no-violencia en Occidente. De nacimiento siciliano con el nombre de Giuseppe Lanza di Trabia-Branciforte y, posteriormente nacionalizado francés, viajó a India para conocer a Mahatma Gandhi, de quien fue discípulo durante dos años. Ghandi lo llamaba "Shantidas", que significa "servidor de la paz".
Luego volvió a occidente y fundó la "Orden laboriosa del Arca", una comunidad laica, no-violenta, rural y ecuménica, que empezó en Francia para luego multiplicarse en Europa, Canadá e incluso en América Latina. En Francia, Gastón se hizo, a su vez, discípulo de Lanza del Vasto. Esto lo llevó años después a fundar un centro de desarrollo espiritual llamado "El Arca", en una casona que se encontraba en la Avda. Chile-España 555.
Yo, por mi parte, ya había empezado a transitar por las sendas de la no-violencia, como tantos otros en esos años tan convulsionados, y había leído sobre Gandhi, en especial sus famosos libros "Autobiografía. Historia de mis experimentos con la verdad" y "Todos los hombres son hermanos", como también sobre Martin Luther King.
El ambiente en el país estaba muy polarizado, lo que se reflejaba vívidamente en el Campus Oriente, donde no era infrecuente que se armaran verdaderas batallas campales entre estudiantes de Derecho, por un lado, y de Filosofía, Teología y Teatro, por otro (seguramente hay varios que la piedad del olvido me ha impedido nombrar). Pero también hubo una tendencia importante conformada por quienes buscaban cambios sin recurrir a la violencia. Y ahí Gastón ocupaba una posición de liderazgo.
Más allá de Chile, prácticamente toda América Latina estaba gobernada por dictaduras militares; realidad que catapultó la reflexión y acción no-violentas, especialmente, aunque no exclusivamente, en los círculos creyentes. Hubo, por ejemplo, un encuentro de obispos de América Latina en Bogotá en los meses de noviembre y diciembre de 1977, que cristalizó en el libro "La no-violencia evangélica: fuerza de liberación". Claro, porque Jesucristo aparece como el gran no-violento.
Hubo tantos obispos notables en este ámbito: monseñor Helder Camara de Recife, Brasil; monseñor Jorge Hourton; monseñor Fernando Ariztía; monseñor Enrique Alvear; el cardenal Raúl Silva Henríquez y un largo etcétera que puede ir completando cada lector. Incluso mártires, como san Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador; monseñor Enrique Angelelli, de La Rioja, Argentina, y tantos religiosos y laicos.
En nuestro país hubo movimientos como Serpaj (Servicio Paz y Justicia) con figuras como Fernando Aliaga, Domingo Namuncura, Jorge Osorio. El movimiento "Sebastián Acevedo" coordinado por el padre Pepe Aldunate e inspirado en obrero que se inmoló en la entrada de la Catedral de Concepción exigiendo que la CNI, que había apresado a sus hijos, le dijera dónde se encontraban. Este movimiento tuvo también una "filial" en Valparaíso, iniciado por el actual abogado Fernando Astudillo y acompañado en su coordinación por José Luis Barbagelata y Julio Zumaeta. Tuve la oportunidad de participar en algunas manifestaciones y acciones tanto en Santiago como en Valparaíso y era conmovedor ver cómo los participantes resistían tomados férreamente de los brazos y rezando los arrestos.
También se contaban figuras políticas como Claudio Orrego Vicuña (papá de Claudio Orrego, gobernador de Santiago) con su libro "Manifiesto por la paz y la no-violencia" o Andrés Aylwin Azócar con su libro "Testimonio y compromiso por la paz". Y tantos, tantos otros y otras imposibles de nombrar aquí.
Podría parecer que perdí el norte y me olvidé de Gastón, pero no es así; lejos de eso, lo que pretendo hacer es reconocerlo como un hombre sabio, pero no es el único: hubo, hay y habrá personas sabias que trabajan por un mundo mejor. Decir que se nos fue el último sabio, sería entregarnos a la desesperación. Él mismo criticó duramente el endiosamiento de Gandhi, porque si lo convertimos en Dios, decía, ninguno de nosotros podría hacer lo que él hizo, ya que somos simples seres humanos. La sabiduría es tarea de todos y, en términos bíblicos, es la búsqueda de una vida buena y digna para todos. Es mostrar que otra vida es posible.
Para terminar este testimonio-homenaje, me dirijo a ti con las mismas palabras que me escribiste como dedicatoria en uno de tus libros, reemplazando mi nombre por el tuyo: "para el amigo Gastón compañero de boliches y francachelas taoísta-cristianas". Que quienes te conocimos podamos seguir siendo, como tú lo fuiste, porfiados en la esperanza hasta el final de nuestra vida terrena.
Que tal como tú ya lo hiciste realidad, cada uno de nosotros pueda decir, con esas extraordinarias palabras de León Gieco, "sólo le pido a Dios, que el dolor no me sea indiferente, que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente". Tú, Gastón, hiciste lo suficiente... y muchísimo más. Seguramente tu mayor maestro, Jesús, ya te habrá abrazado y susurrado en tu oído: "Siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor" (Mateo 25,21).
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