¿Qué significa ser varón? Una pregunta cada vez más relevante. Repensar las representaciones que construimos histórica y culturalmente sobre las masculinidades puede ser un camino hacia organizaciones más sanas, productivas y rentables. Los imaginarios colectivos, estereotipos sociales y refranes populares nos llevan a pensar que definir a los varones es fácil, pero, si partimos de la premisa de que el lenguaje crea realidades, donde algo cultural puede ser considerado natural, conviene revisar algunos conceptos.
No podemos olvidar que, históricamente, los varones -en sentido amplio- han ejercido el poder, no solo como detentadores de cargos de autoridad pública, política, civiles y militares, sino también con control sobre el acceso a la educación, el trabajo, el sufragio, los cuerpos, entre las más evidentes. Lo anterior, solo restringiéndonos al tema género, sin que entren en consideración otras características personales o identitarias.
Si pensamos un poco en retrospectiva, el conocimiento científico ha tenido una mirada masculina/androcentrista, todo lo cual conduce a que en algún sentido sea o haya sido parcial. El varón como parámetro de lo humano, deja afuera a las mujeres como sujetos y como objeto de estudio.
Ha existido entonces un proceso de formación "generizado", sobre cómo se ha socializado culturalmente a varones y mujeres, proyectándose de tal manera que, nos hace creer que es natural. Por lo mismo, pocas personas se escandalizan cuando a un niño se le pregunta ¿cuántas novias tienes? Pero no se les ocurriría hacerle la misma pregunta en plural a una niña. Después, se nos atribuye como característica definitoria de lo emocional desde pequeños que: "los hombres no lloran". Ya luego de adultos, nos hacemos una porción prescindible de la humanidad "mujeres y niños primero", pero en sintonía con ello, se nos asocia con la violencia como algo innato y se nos enfrenta con la sexualidad como si tuviéramos un instinto irrefrenable y marcadamente diferenciado del deseo sexual que pueden sentir las mujeres (al menos el que socialmente se les autoriza a hacer público, sin riesgo de ser consideradas promiscuas, disvaliosas o cualquier otro calificativo).
Organizacionalmente, las empresas están teniendo que lidiar en muchos sentidos con las consecuencias de los roles de género, porque sostener socialmente la proyección de masculinidad "tradicional", implica para los individuos estar constantemente demostrando que se tiene ese atributo, que se es macho; lo que resulta en actitudes violentas, sexistas y/o discriminatorias que normalizamos. Gestionar las masculinidades desde lo institucional, no pasa solo por la revisión reflexiva conductual para construir entornos laborales sanos, sino que tiene muchas aristas complejas. Desmontar la creencia que las labores de cuidado son prácticamente exclusivas de las mujeres y que los varones solo "ayudan" o "colaboran" con ellas, es no dimensionar el concepto de corresponsabilidad.
Las empresas están enfrentando como desafío, intervenir en su propia cultura, sensibilizando sobre estos temas para propiciar cambios que sean acompañados por políticas más inclusivas, que promuevan la agenda de cuidado bajo la premisa de corresponsabilidad.
Es necesario trabajar en indicadores demográficos que coadyuven a la paridad, pero habiendo hecho consciente que no se trata de regalar un cupo o un puesto a una persona por el hecho de ser mujer, sino que existen una serie de creencias, prejuicios y sesgos inconscientes (personales o algorítmicos) que terminan dejando a las mujeres excluidas o relegadas, incluso, sin intención; y por tal motivo, es necesario desarticularlos.
En ese sentido, hay que buscar herramientas y el mercado académico lo está brindando, sin ir más lejos la Universidad Complutense de Madrid, acaba de abrir un diplomado especial para Chile sobre gestión estratégica de la diversidad e inclusión para entornos laborales, ofreciendo a través de su malla, un conjunto de disparadores de reflexión, contenidos pertinentes y actualizados, sobre buenas prácticas corporativas, que dotarán a sus participantes de nuevas perspectivas para el abordaje empresarial de la gestión del talento humano.
Pensar que el machismo y las actitudes sexistas o discriminadoras son cosa del pasado es un error tan grave como transferir el problema; creer que son otros los que tienen que revisar sus conductas y no uno. Es importante repensar las masculinidades para crear organizaciones más inclusivas, equitativas y respetuosas, entendiendo que hay múltiples formas de ser varón.
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