Otra vez voy a ocupar mi privilegio masculino para hablar y me genera contradicciones. Es un hecho, los hombres siempre somos más escuchados que las mujeres y nuestras opiniones valen más. En reuniones familiares, en paneles de expertos, en columnas de opinión, en espacios de poder académico y político.
Nuestra voz siempre ha tenido y sigue teniendo más peso que el de una mujer. De eso se ha tratado nuestra identidad por siglos, tener la razón, iluminar a la especie humana con ideas, con verdades. Hoy quiero hacer el ejercicio, y me desafío a mí mismo, por más contradictorio que sea, de callarme. Y quiero invitar a todo mi género a hacer lo mismo.
Las mujeres hoy nos están dando cátedra. La revolución feminista y las estudiantes de Chile nos están dando clases. Nos hablan desde el dolor, la rabia, la impotencia pero también desde la alegría y la esperanza. Están haciendo visible de que existen otras formas de hacer las cosas.
No siempre desde la razón y el debate intelectual, tan patriarcal, de quien tiene la razón y entrega argumentos a la vez midiéndose el miembro. Pura competencia insana, egótica, narcisista y machista. Estamos acostumbrados a eso. Los medios están llenos de eso.
Esto de hablar de lo buenos que somos, siempre triunfantes, de lo bien que “nos va en la vida” es algo muy masculino. Nos permite ocultar nuestra vulnerabilidad. De ahí surge el “muerte al macho” que a tanta gente le asusta. Ni siquiera son capaces de entender una metáfora.
Muerte al macho es la representación de ese hombre machito, viril que ya no queremos en esta sociedad. No lo quieren las mujeres y tampoco lo queremos muchos hombres. No es un modelo a seguir, no es un referente a nivel moral ni ético. Simplemente queremos desterrar ese paradigma y que surja uno diferente. Existen sin duda otras maneras de ser hombres que no son esa.
Como hombres, creo que es momento de callar para abrirnos paso a la escucha. Nuestras mujeres, compañeras, madres, parejas (los heterosexuales), hermanas, colegas nos están hablando.
Algunas con palabras, otras con risas, otras con consignas, otras con sus cuerpos, otras con arte, otras a través de la música. Hay que abrir el oído y el corazón a la escucha. Si algo nos incomoda de esto, es mejor revisarnos. ¿Qué me asusta? ¿Qué temo perder? ¿Podré ganar algo con esto?
Tanto hombre opinando sobre la ola feminista me deprime y me avergüenza. Parece que no hemos aprendido nada. Queremos escuchar a las mujeres. Ellas mejor que nadie nos pueden explicar el machismo, la violencia de género y las razones de este movimiento. Este es su momento.
Las mujeres están sabiendo perfectamente lo que tienen que hacer. Se guían solas. Tienen poder. Los hombres, en vez de teorías y explicaciones tenemos que callarnos y escuchar. Respetar y apoyar este movimiento.
El papel del hombre en este momento es de escucha activa. Humildad y trabajo personal. Dejemos de una vez que sean ellas las que tengan la palabra y que se tomen el espacio. Yo invito a mi género a que aprendamos a habitar el silencio. Es necesario dejar de ser protagonistas. Seamos generosos con nuestras compañeras.
Dar un paso al costado es un acto de justicia y renuncia, pero una renuncia buena, para abrirnos paso a un cambio real, profundo. De adentro hacia afuera. No de la boca para afuera. Y eso a nosotros también nos beneficia, aunque nos cueste verlo.
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