La historia de nadie

"Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata" (Eduardo Galeano).

Las estatuas aun no terminan de caer, cuando comienza el fuego. Fuego que destruye algunas iglesias en Canadá. Fuego que hicieran arder cientos de indignados/as ciudadanos/as de ese país, al descubrirse en diversos internados católicos fosas comunes con miles de cadáveres de niñas y niños indígenas. Un verdadero genocidio.

Las estatuas derribadas en varias partes del mundo, y las iglesias incendiadas en Canadá, apelan a un mismo movimiento (o, al menos, nos sirve para poner el acento en un mismo proceso). Una aguda crítica, violenta y directa contra todo aquello instituido como oficial. Sí, pareciera ser que el despojo y los desperdicios que fueron acumulándose al lado de la ruta de la modernidad se volcaron desparramados, y obligan a mirar otros caminos, pues la vía oficial, está intransitable.

"El sueño de la razón produce monstruos", reza el famoso gravado de Goya y claro, uno pudiera interpretar que, cuando la razón duerme, asoma la barbarie. Pero ¿acaso no ha sido la razón triunfante, al menos desde el siglo XVIII, una de las principales armas para cometer los más horrendos crímenes? O quizás, por el contrario, el sueño de la razón, aquello con lo que la razón sueña es lo que produce los monstruos, y quizás ahí haya un interesante debate (que por lo demás no es nuevo). Debate que pone en el centro el proyecto de modernidad y cómo este proyecto ha sustentado todo un andamiaje que hoy, en el mejor de los casos, cruje al borde del desplome.

En lo concreto, y en lo que respecta a Chile y su "orden", las ideas ilustradas que confiaban a ojos cerrados en la razón, y en todo lo que ella pudiese fundar, dieron forma a un tipo de organización con Estados Nacionales fuertes por aquí y por allá, pero para eso todo lo que oliese a "barbarie", a "popular" o a "mítico" fue puesto al margen, se dejó en lista de espera o, derechamente se aniquiló (usando incluso, como hemos visto, internados católicos para aquello). La razón también, centralizó en algunos casos ese "orden", garantizando (para algunos) el dominio o el poder político. Para esto, comenzaron a fundarse pueblos en las periferias de las metrópolis ya definidas, para que asumieran el rol de ser verdaderos cortafuegos a las insurrecciones salvajes de los bárbaros, de aquellos que no tenían lugar en este proyecto modernizante (solo bástenos analizar las fundaciones en la periferia de Santiago, las hoy regiones de Ñuble, Maule por el sur, por ejemplo). Solo se asumía, para el caso nacional y no sin complicaciones, la centralidad del poder político en Santiago.

Pero lo "mítico", "popular" o "salvaje" nunca desapareció, deambuló por la caletera de la modernidad, defendió sus conocimientos y su cosmovisión, amontonando al borde de la ruta del "orden", la sabiduría ancestral y la voz de los territorios postergados. Su historia, la no oficial, la historia de nadie o de los nadie, comenzó a sumar páginas y páginas y fue leída y releída por miles, miles que comenzaron a cuestionarse el "orden", pero no sólo ese "orden" decimonónico, no solo ese "orden" portaliano represivo y excluyente, sino que todo ese "orden" que siglos atrás iluminó una senda que prometía paz y goce para la humanidad, pero que tras su giro instrumental (parafraseando a Adorno y Horkheimer), junto con avances científicos importantes, nos dejó las matanzas más aberrantes (contra eslavos, judíos, rumanos, palestinos, indígenas de todo el orbe, y un largo etc.). Y es precisamente ese orden contra el cual hoy se levantan los puños (por eso esto recién comienza), es ese orden graficado en sus estatuas (que rememoran a esclavistas, a militares, a curas, etc.) el que hoy es demolido, incendiado o arrancado de cuajo, por los nadie.

En suma, Chile hoy está nuevamente en los ojos del mundo, por su hermosa valentía (de los nadie), por su Constituyente presidida por una mujer, por una mujer mapuche (una "nadie" para la historia oficial), y que viene a poner nuevamente el valor de lo periférico en el centro del debate, las voces de los territorios que se amontonaron al borde de la ruta del "orden", hoy son gritos reconocidos. El saber ancestral, el saber popular, el mito, lo mágico, está de regreso, para partir de nuevo, pero esta vez en un abrazo fraterno. Será duro. Pero será.

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