El Día D se ha desdibujado como sinónimo del triunfo de la libertad. Es cierto que el relativismo axiológico postmoderno puede discutir sobre el propio concepto de libertad, pero seamos claros: ¡Hoy Occidente no representa la libertad!
El 6 de junio de 1944 triunfan las fuerzas que pusieron fin a la era del fascismo y nacional socialismo. Pensamientos políticos totalitarios que deshumanizaron el mundo y que nos empujaron a enfrentamientos fratricidas. La libertad fue el valor esgrimido para contrarrestar en modelo político amparado en la supremacía racial y en una idea nacionalista excluyente que buscó esclavizar a los pueblos del mundo.
Desde el Este, la Unión Soviética erosionó a la máquina bélica alemana y sus aliados, mientras que por Occidente las democracias liberales desembarcaban en las playas de Normandía, dando un giro a la expansión de las fuerzas militares de la Alemania Nazi y sus aliados fascistas.
A 80 años, la URSS dejó una estela de opresión de libertades por todo el orbe, en especial sobre una gran cantidad de pueblos situados detrás la cortina de hierro. Su ideal socialista mutó y se transformó en sinónimo de autoritarismos en donde la libertad era una amenaza. La actual Rusia retomó el legado zarista e intenta resituarse como un imperio en donde la libertad es acusada de "libertinaje" y su actuación política en el marco de Naciones Unidas, específicamente en el Consejo de Seguridad de naciones Unidas, ha roto con el ideal de una sociedad internacional sustentada en reglas y principios garantes de la libertad de los pueblos, como expresaba la Carta de las Naciones Unidas.
Por otro lado, lo de Occidente es aún más patético mirado desde la libertad. En efecto, desde el fin de la Guerra Fría, tras el desplome de la URSS, Estados Unidos decidió romper el orden de las libertades, iniciando una política de violaciones flagrantes y sistemáticas al régimen internacional vigente.
Ante la amenaza de reivindicaciones y acciones de los Estados que cuestionaban el orden establecido a nivel mundial como herencia de la colonización de los siglos XIX y XX, sumado al desafío que les significaba una pérdida de poder relativo en el sistema internacional, la Casa Blanca no dudó en reconfigurar el sistema internacional por medio del uso de la fuerza militar, lanzando desde 2001 la "Guerra contra el Terrorismo" tras los atentados de las Torres Gemelas y el Pentágono. Todos los enemigos de occidentes se transforman en infrahumanos. Así sus acciones de fuerza sobre Afganistán (con casi dos millones de desplazados), Irak (una guerra ilegal y sustentada en mentiras), Libia (una acción bélica consentida del Consejo de Seguridad que dejó un vacío de poder), Siria (un enfrentamiento entre las potencias del Consejo de Seguridad cuyas implicancias fueron millones refugiados), Palestina (soporte político, económico y militar a la potencia ocupante (Israel) y la obstaculización de la consecución de un Estado palestino), entre otras.
Podemos concluir que dos actores que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han dispuesto el fin del régimen internacional vigente, y muy especialmente el de los derechos humanos construido en gran medida por la influencia política universalista de Occidente. La que hoy demuestra su doble rasero.
En definitiva, a 80 años de la celebración del D como un símbolo de la libertad, podemos advertir la inconsistencia e ilegitimidad de los actores principales que en 1944 ganaron la libertad. Hoy ellos son los responsables principales del regreso a la anarquía, de las imposiciones de los fuertes y del sinsentido de la libertad en boca de sus representantes.
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