Los desafíos globales están amenazando nuestro estilo de vida, regímenes políticos y erosionando la visión de humanidad. En efecto, resulta evidente observar que las instituciones heredadas de la modernidad no son capaces de canalizar ni dar respuestas a los fenómenos como el cambio climático, la inmigración desbocada, la inteligencia artificial que amenaza incisivamente a los descartables de la sociedad. La guerra que se vive en Europa revela el interés por repartirse el poder entre Rusia, Estados Unidos y China, dejando en la absoluta obsolescencia el sistema de seguridad colectivo representado en el Consejo de Seguridad y las normas de la guerra, que había sido proscrita el año 1945 (con la única excepción de la legítima defensa) en la Carta de las Naciones Unidas.
En este panorama lo más llamativo, porque presumimos que es la causa y el efecto de los fenómenos mencionados, es la indiferencia de los individuos, los cuales en general prosiguen en sus agendas de intereses individuales, muchos embobados actualmente por las redes sociales y otros protegiendo sus intereses de acumulación material individual.
Como siempre, se espera el resurgimiento de los personalistas, los que una y otra vez son escuchados entre la muchedumbre en momentos de extravío, como fueron los tiempos de colonialismo. Esta fue una de las máximas expresiones de barbarie de los creyentes en su imposición civilizacional, que por cierto sucumbió ante personalidades como la de Mahatma Gandhi, quien los abofeteo con amor señalándoles "para servir lo que se necesita es amor, no prestigio", y los derrotó momentáneamente con pensamientos como "las armas de la verdad y del amor son invencibles". Esta estrategia del líder de la India consiguió acelerar el proceso de huida de los colonos y su visión imperial.
Por cierto, el aprendizaje no es permanente y la naturaleza humana nos revela que de tiempo en tiempo cometeremos desvaríos. Al respecto, cabe soslayar la Segunda Guerra Mundial, la que fue cuna de personalidades que se forjaron en medio de la deshumanización.
Los 60 millones de muertos y el Holocausto que significó el Nacional Socialismo, y la irracionalidad del autodenominado "pueblo ario", recibió como respuesta la actitud de concordato de líderes alemanes posteriores como Konrad Adenauer, que supieron situarse nuevamente en clave humanista, o más adelante el propio Mandela, quien también fue testigo de la agresión del apartheid, mentalidad que desde el realismo amoral quería exhibirse como superior.
Mandela desde la prisión les enseñó que la humanidad no se rendirá, ya que "la mayor gloria en la vida no consiste en no haber fracasado nunca, sino en levantarnos cada vez que caímos", permitiéndonos con esta actitud de Mandela comprender que la humanidad estará siempre entre dicho, ya que surgirán una y otra vez los que representen intereses de sus pueblos de manera violenta e intenten demostrarnos sus causas como legítimas aunque agredan a los demás, para lo cual no trepidan en violar las normas o imponer guerras con su escaladas de muertes, pero como siempre, volverán a surgir en distintas épocas, entre diferentes culturas, quienes sean capaces nuevamente de levantar y dar sentido a la humanidad, como la que se expresó en el personalismo de Monier, quien luego de la crisis moral del siglo XX toma la posición a favor del hombre (y mujer) como persona y una afirmación radical de la primacía de la persona humana.
Hoy todo esto parece obsoleto, pero como siempre, estamos contestes que como siempre después de la tormenta, renacerán los y las personalistas para relevar a la humanidad.
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