Respuesta a Vargas Llosa

Sergio Canals
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Las fuerzas evolutivas mundiales, quizás ciegas como la selección natural, tienden con una fuerza inusitada a generar fragmentaciones globales centrífugas, en una época de veloces perturbaciones entrópicas (de desorden), materiales, espirituales y ambientales.

El mundo se transforma ante nuestros propios ojos, y la realidad del estado-nación, según algunos, se debilita.

Pierden vigencias los mapas dibujados por las guerras y el poder en el siglo pasado y aún, en épocas anteriores y actuales.

Emerge con fuerza el sentido de pertenencia a la tierra originaria, que natural y anterior a la política, está más cercana a las “ideologías”. Baste ver las luchas actuales de los “pueblos originarios” y culturas “ancestrales” excluidas y marginadas, para reivindicar una identidad-sentido, que ha sido barrida por lo monetario, realidad que “no es capaz de  conferir sentido ni identidad”.

El intento por borrar la alteridad (“condición de ser otro”) y reducirlas sólo a diferencias igualitarias consumibles, es decir “al infierno de lo igual”, trae aparejadas contrafuerzas que son leídas malamente como “destructivas”.

Específicamente, en el discurso del peruano, Premio Nobel de Literatura, ayer en Barcelona, además de juzgar el movimiento nacionalista catalán con desprecio, calificándolo de “golpista” y “tercermundista”, argumentó sobre la destrucción feroz que generarían en momentos de la historia, realidades donde la “razón barrida por la emoción”, origina luchas nacionalistas.

No dudó en calificar a la pasión nacionalista, como “la peor de todas (…) una religión laica, herencia lamentable del peor romanticismo”.

Sin dudar de su calidad de escritor, especialmente en sus primeras obras, además de olvidar su identidad de peruano “tercermundista”, también lo hizo con el hecho de que los países como Chile, sin el fervor y la pasión “romántica” de una capacidad de lucha por la independencia y la libertad, ya sea territorial, económica y a veces sólo cultural, como muchos otros países, no serían más que colonias imperiales, donde las personas son sólo objetos de consumo del poder del imperio de turno.

Las emociones, los sentimientos y la pasión -salvo instantes fugaces-, como motores motivadores, es imposible que se den independientes y no entrelazadas con la razón, la ética y la reflexión crítica que confieren sentido.

Falla en su diagnóstico y, en un discurso tan incendiario como el del país catalán que critica, habla de “conjura golpista”, reduciendo a los jóvenes, familias y viejos que apoyan el movimiento, prácticamente a una especie de confabuladores, marionetas ciegas  masificadas acríticas, con algún grado de nihilismo destructor bolchevique, y sin ningún tipo de pensamiento frente a los líderes.

El problema de fondo que parece no percibir (o no expresa) al surfear sólo en la superficie de la realidad, es que el movimiento independentista, estriba en lo profundo, en una búsqueda de sentido e identidad  legítimo, de quizás la mayoría del pueblo catalán.

Que hayan sido 500 años de historia, no impide que en los tiempos históricos de bifurcaciones, pueda cambiar drásticamente esta de dirección, con la aparición de lo nuevo, lo distinto y lo revolucionario.

Aunque quizás no sean más que los fantasmas de los semitas fenicios originales de esa región, los que resucitaron y nos visitan entre las brumas de una globalización demasiada líquida.

Quizás vivimos una nueva época de las aldeas, pero globales y pos modernas, donde los otros y las comunidades son reconocidas por su alteridad mistérica e irreductible.

N de la E: Canals reivindica su ascendencia catalana y vasca.

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