La sequía que afecta a gran parte de nuestro país no sólo entorpece diversos procesos productivos al privar del vital recurso hídrico a ecosistemas que solían estar satisfactoriamente provistos de él, sino además esta escasez de precipitaciones puede lesionar el alma de quienes añoran "lluvias a la antigua".
En términos simples, se define como Sequía Meteorológica a la reducción de las precipitaciones por debajo de lo normal durante un periodo prolongado y como Sequía Hidrológica a la persistente disminución por debajo de niveles tolerables de los volúmenes y caudales de cuerpos de agua tales como embalses y ríos. Además, existe la Sequía Agrícola, que se presenta cuando por mucho tiempo el suministro de agua es insuficiente para las actividades silvoagropecuarias. Debido a la geografía de la Zona Central de Chile, cuyos aportes hídricos dependen primariamente de las precipitaciones, la Sequía Meteorológica es la que provoca las otras dos; dañando varios mercados de los cuales depende más del 63% de los habitantes del país.
De esta población, en la actualidad alrededor de dos millones de chilenos tienen una edad superior a los 60 años y aparte de los actuales perjuicios a la tangible economía personal que directa o indirectamente provoca la disminución de las precipitaciones; estos individuos se privan de ciertos beneficios inmateriales que alguna vez disfrutaran durante su infancia y juventud. Efectivamente, "ya no llueve como antes" suele ser la oración que muchos adultos mayores con cierta nostalgia expresan al escuchar los reportes meteorológicos y más evidentemente al observar los inviernos actuales desde los ambientes urbanos o rurales en donde han vivido durante décadas.
Ante esta irrefutable evidencia del cambio climático en su faceta hídrica que hace de las estadísticas pluviométricas unos meros datos con escaso valor adicional, se crea un contraste para añorar gratos acontecimientos que hoy no ocurren con la misma intensidad, duración y frecuencia que antes.
Por ejemplo, cuando llovía en los años '80 -con un promedio anual medido en la estación meteorológica Quinta Normal de 370 mm- se visibilizaban fenómenos que no se presentan o registran en la segunda década del presente siglo, cuando se miden apenas 177 mm como promedio anual en la misma estación de la Región Metropolitana. Algunos de estos fenómenos que en la actualidad se sienten menos intensos y/o más breves y/o menos recurrentes son: apreciación de crecidas de cuerpos de agua, deleite ante afloramiento de fauna terrestre, contemplación frente a la emergencia de atributos paisajísticos, predilección por gastronomía ad-hoc, motivación para mojarse y estímulo a la imaginación.
Cuando llovía intensamente en la Zona Central se observaban crecidas en cursos de régimen pluvial las cuales tanto visual como acústicamente aumentaban la espectacularidad rural, especialmente en cascadas y "saltos". En aquellas cuencas donde las gotas de agua una vez que llegaban al suelo no tardaban en llegar al curso principal, éste incrementaba su caudal perturbando al espectador como ya no ocurre en los secos inviernos actuales.
En el mismo campo chileno mucha fauna nativa abandonaba sus madrigueras cuando éstas se inundaban debido a las copiosas lluvias que ahora escasean. En dicha ocasión diversos mamíferos terrestres que eran esquivos, podían ser avistados para deleite de turistas y lugareños.
La lluvia altera colores, tonos y texturas en el paisaje. Este fenómeno producido por precipitación abundante, mostraba en aquel entonces escenas singulares que propiciaban una contemplación ahora poco frecuente. Los días de lluvias prolongadas son para muchos chilenos una invitación a disfrutar bebidas calientes de la familia de los "navegados" y comidas de masa frita como las sopaipillas. Lluvias cortas y de baja intensidad como las que hoy predominan no incentivan con el mismo brío esta gastronomía, y los efectos sociales de elaborar y compartir dichos productos caseros.
El agua que precipita, pese a ser helada, es un atractivo casi irresistible en niños de climas mediterráneos que gozan de ese fenómeno solo en invierno. Llegar empapados del colegio, era, pese al reto de los padres, una rica experiencia que en la actualidad raramente ocurre en la Zona Central.
Además, la lluvia cuenta con simbolismo en la literatura, música y las artes plásticas chilenas. Precipitaciones conspicuas deben haber inspirado la lírica de "La gotita" que popularizó la cantante Gloria Benavides. Una lluvia recurrente debió impactar a Pablo Neruda para que escribiera "Llueve" y a Carlos Pezoa Véliz le debe haber brindado compañía para su "Tarde en el hospital". Si la lluvia contribuye a estimular ciertas manifestaciones artísticas, ellas pueden decaer conforme se ausenten las precipitaciones como insumo para la imaginación.
Así como un nuevo régimen de lluvias, mucho más seco respecto del acostumbrado, ha causado daños en procesos industriales; también ha lesionado otros componentes humanos que aunque menos tangibles, son igual de sensibles a la pluviosidad. Este cambio en el clima se suma a cambios tecnológicos y demográficos, que en su conjunto hacen sentir a muchas personas ser parte de un Chile que ya no existe.
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