A propósito de los embates de la naturaleza y de los recientes incendios, en especial la inmensa tragedia acaecida en Viña del Mar, se ha vuelto a hablar, incluso a elogiar, la pretendida solidaridad de nosotros, los chilenos. La Teletón se ha convertido en una especie de símbolo de nuestra supuesta solidaridad.
Es altamente ilustrativo el hecho de que en el Informe sobre Desarrollo Humano en Chile 2002 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD 2002), al citar una encuesta sobre las principales cualidades y defectos de los chilenos, realizada por el mismo organismo en el año 2001, no aparezca mencionado entre las cualidades el ser solidario y sí aparece como defecto el ser ambicioso (pág. 77), lo que va de la mano con el individualismo y la competitividad, los que se son inversamente proporcionales a nuestro concepto de solidaridad.
Más adelante, el mismo informe dice: "Hay una memoria de respuestas comunitarias ante la catástrofe, el rigor y el imprevisto. Todos pueden mencionar un caso ejemplar ocurrido en un terremoto, un accidente o una enfermedad (...) reconociendo el valor de esta ayuda, se cuestiona precisamente el que sea un hecho anormal, extra-cotidiano" (pág. 79). Situación que no parece haber cambiado en los 22 años que nos separan de ese informe, si se mira lo que sucede en la cotidianeidad donde lo que prima es la desconsideración, la pillería, el "adelantar por la derecha". En una palabra, el defender mis propios intereses, en desmedro del bienestar de los demás, sobre todo de quienes más necesitan.
Es decir, no existe una cultura solidaria, de respeto de la legalidad y de los derechos de los demás. Para decirlo en un lenguaje tomado de la ética, existen acciones solidarias, pero no hábitos solidarios. Prueba de ello es que, en el reciente gran incendio, la ayuda de voluntarios fue masiva los primeros días y, a poco andar, ya no había prácticamente nadie. A lo que hay que sumarle la más de seis toneladas de ropa en mal estado que fue donada como ayuda para los damnificados y que tuvo que ser tirada a la basura, porque eso era.
Sin duda, la solidaridad es esporádica, y "una golondrina no hace verano".
Hoy en nuestro país contamos con un ejemplo insuperable que, dependiendo de la postura que adoptemos ante él, nos expone de cuerpo entero. Me refiero a la discusión sobre la reforma al sistema de pensiones propuesta por el Gobierno de una cotización extra del 6% con cargo al empleador para generar un pilar de ahorro colectivo, que mejora las pensiones desde ya.
La propuesta de que el 6% vaya a capitalización individual me parece perversa. En especial cuando se justifica con la mentira de que es nuestro dinero. No, no es nuestro, porque como se ha dicho, corresponde a un aporte del sector empresarial, no se saca de los sueldos de los trabajadores y, por tanto, debería ir completo al fondo solidario (no el 1, el 2 o el 3%). Las amplias reacciones en contrario me evocan al prototipo bíblico de insolidaridad: Caín. En el capítulo 4 del libro del Génesis, cuando Dios le pregunta a Caín por su hermano, le responde: "¡¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?!" (Gén 4,9).
La pregunta hoy es si estamos o no de acuerdo con el 6% para el fondo solidario, pero, en el fondo es la misma pregunta del Génesis. La respuesta que dé cada uno de nosotros nos despojará de nuestras caretas revelando quiénes de verdad somos: solidarios o cainitas.
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