Se cumplieron el pasado 18 de octubre tres años del comienzo del estallido social, revuelta o insurrección. Cada lector tiene su opinión de los sucesos que aquel día acontecieron, primero en Santiago y luego en distintas ciudades del país, por lo cual dejaré a otros analistas una revisión de sus causas y efectos. Mi aporte desea ser muy concreto, especifico.
El relato que leerán es auténtico y he intentado reproducirlo lo más fidedigno posible, con ciertos comentarios adicionales, que son resultado de mi experiencia.
"Santiago de Chile, noviembre de 2019
Una delegación europea del norte visita nuestro país con el objeto de reunirse con empresarios chilenos y explorar posibles negocios de interés común. Por ser su primera travesía a Chile, venían acompañados por el cónsul honorario de nuestro país, quien se transformaría además en una especie de guía turístico.
Sin embargo, lo que debió haber sido una grata e imborrable visita, se transformó en una verdadera pesadilla, dado que su llegada coincidió con el estallido social, revuelta o insurrección. Llegó dicha la delegación a mediados de noviembre de 2019, a un hotel ubicado en el Barrio Lastarria, y ese mismo día fueron testigos directos de la quema y destrucción de la Iglesia de la Veracruz y de las barricadas y saqueos de rigor.
De lo que nunca se enteraron, fue que el cónsul honorario vivió también su propia odisea, ya que una vez que salió del hotel, donde los había instalado, tuvo que forcejear con distintos grupos de jóvenes encapuchados, quienes querían quitarle su maletín para transformarlo en combustible y alimentar de ese modo, el fuego de las fogatas y barricadas.
Al día siguiente, una inquieta delegación conversó -mientras tomaban desayuno en el hotel- sobre lo ocurrido la noche anterior y cuáles serían las medidas que se adoptarían.
Pese a las lógicas dudas surgidas, se decidió continuar con el programa previsto, el cual consideraba reuniones en Valparaíso y Viña del Mar. Nuevamente "los dioses", como diría mi amigo Pedro, fueron contrarios o adversos a dicha iniciativa, ya que el bus que los transportaba fue interceptado por una masa de jóvenes, cuando éste se dirigía hacia la ruta 68.
Una vez detenido el bus, los delegados fueron obligados a bajarse y a realizar lo que en ese tiempo se denominaba "el que baila, pasa". Según mi fuente, interrogado el cónsul honorario por los europeos del norte sobre qué debían hacer ante esta demanda, éste se habría limitado a responder, desde su asiento: "será mejor que bailen".
Y así lo hicieron, probablemente, sin las contorciones y la flexibilidad propias de un caribeño. Dejo al lector la posibilidad de formarse un cuando al respecto. Nunca supe si la citada delegación llevó a cabo su programa o agenda prevista, pero pienso, a título personal, que no volverá a Chile por un tiempo.
Finalmente, confío que una vez concluida esta inolvidable gira a Chile, y ya vez sentados en el avión de regreso a su país, a la tripulación del avión no se les haya ocurrido poner, como parte de la música medioambiental, la canción de Chito Faró "Si vas para Chile", cuya estrofa final recito -como gentileza del autor-, para evitar que la busquen en Google:
"Y verás cómo quieren en Chile, al amigo cuando es forastero".
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