Mi experiencia como ciudadana de la capital Santiago de Chile que comienza en enero del 2017 se relaciona con el ejercicio diario que millones de santiaguinos y santiaguinas al igual que yo realizamos para llegar a la pega.
No puedo decir que el Transantiago no cumple con el objetivo de dar un servicio de transporte para trasladarme de mi casa al trabajo. Lo hace. La cuestión es ¿de qué manera?
Estamos en la temporada estival, la gente está de vacaciones, se supone que contamos con menos usuarios para el metro… y a la hora pick está repleto, la cantidad de gente en las estaciones de combinación de líneas es abismante, el calor insoportable, a pesar del aire acondicionado de algunos carros y de los ventiladores que tiran gotitas de agua…es insufrible.
Más que el problema de la falta de trenes para la gran demanda existente que hay que mejorar evidentemente, quiero poner el acento en la falta de cultura ciudadana.
Aunque sabemos que se necesita más inversión y mejor infraestructura para el buen funcionamiento de la solución del transporte público en una ciudad como Santiago y que como usuarios seguiremos reclamando por un servicio más digno y eficiente, también es cierto que el comportamiento a veces deja mucho que desear.
La gente insiste en quedarse en las puertas, en vez de apretujarse en los pasillos también. A veces se ve claramente el sentimiento individualista, de primero yo, segundo yo y tercero yo, sin importar que debo utilizar los valores humanos en su integral dimensión para compartir de la mejor manera esos centímetros que nos quedan a cada uno en el transporte público a la hora en que entramos y salimos a trabajar.
La idea de pensar en los demás, más que en mí, es algo que se ve y se siente, pero falta mucho más. Repetimos conductas que no colaboran con el buen encuentro entre todos al usar los servicios de la ciudad.
Botar papeles, envases plásticos, colillas de cigarrillos al suelo habiendo basureros cercanos. Al subir, bajar y transitar por las estaciones del metro no lo hacemos por la derecha, si todos recordáramos caminar por nuestro lado derecho, no chocaríamos y sería más expedito el camino…en fin existen infinitas situaciones que podríamos mejorar para una convivencia más placentera en nuestra ciudad.
La vez que tomé la micro, tuve una buena experiencia; a través de la APP vi los recorridos que me servían con el tiempo del trayecto. Me fui al paradero calculando lo que me demoraría, encontré asiento y llegué en 50 minutos tal como lo informó el sistema Transantiago. En el metro el mismo trayecto toma un tiempo de 25 minutos.
La ciudad de Santiago contiene un flujo de más de 6.000.000 de personas en sus servicios urbanos, transporte, vivienda, energía, seguridad, alimentación y recreación, entre otros, y seguiremos creciendo, por lo tanto las situaciones conflictivas, más las exigencias ciudadanas estarán presentes.
Sin embargo es la hora de tomar consciencia ciudadana. Cada uno cumplir con lo básico de la educación cívica que se relaciona con el otro, somos seres humanos en tanto convivimos con los otros, respetuosamente, responsablemente, amablemente.
Poniendo los valores en lo cotidiano, conociendo la legalidad vigente y construyendo cultura ciudadana es que podremos soñar con una ciudad que embellece todos los días.
Hoy son demasiadas las lagunas que segmentan a las personas y que no les permiten disfrutar de una ciudad más equitativa, más humana, más segura, más limpia y más linda.
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