Para mejorar la planificación del transporte urbano en el Gran Santiago, es fundamental revisar los aciertos y errores que se han cometido en los últimos 30 años, y aprender las mejores prácticas. Entre los aciertos destacan la extensión del Metro, la integración tarifaria de éste con los buses (y su infraestructura) y el desarrollo de las ciclovías, por mencionar algunos.
Por el contrario, uno de los errores más grandes fue el diseño e implementación del Transantiago (en su inicio), dejando al menos dos enseñanzas: la necesidad de desarrollar proyectos graduales y escalables y, segundo, la relevancia de una implementación rigurosa de los mismos.
Otro de los grandes desaciertos, que impacta hoy a la sociedad, son las carreteras urbanas. Este tipo de infraestructuras no ha funcionado en ninguna parte del mundo.
La explicación es bastante sencilla; al aumentar el espacio vial destinado al automóvil (capacidad), se incentiva la utilización de ese medio y, además, se favorece la residencia en zonas periféricas con baja cobertura de transporte público. Las ciudades que han optado por ese camino inexorablemente han fracasado, como por ejemplo Los Ángeles, en EE.UU., que es la ciudad más congestionada del mundo.
Lo que no muchos saben es que el Estado chileno ha subvencionado una parte importante de las carreteras urbanas, con más de 1.800 millones de dólares desde el inicio de su operación (Dirección General de Concesiones, 2018).
Para entender su magnitud, esta cifra permitiría invertir en una nueva línea de Metro completa. Por lo tanto, este tipo de iniciativas - que ha contado con una alta subvención estatal - ha aumentado la congestión global y, además, muchos de sus usuarios han quedado cautivos, pagando tarifas muy altas.
¿Qué podemos hacer hacia el futuro? Aprendamos de los errores. No sigamos insistiendo con las carreteras urbanas, que además han acrecentado la insatisfacción social.
Busquemos mecanismos de financiamiento para acelerar la inversión en transporte público (TP). Una medida no muy popular, pero efectiva, es la tarificación para ingresar al centro de Santiago, gastando la totalidad de esos recursos en infraestructura para TP y/o bicicletas.
Como tercer punto, avancemos en integrar tarifariamente Red con otros medios, como bicicletas y scooters.
No puedo finalizar sin hacer hincapié en las regiones, que normalmente son las grandes olvidadas.
A mi juicio, se debiera implementar al menos un proyecto de TP emblemático por cada capital regional (BRT, tranvía, etc.), subsidiado por la Ley Espejo.
Desafortunadamente, los gobiernos no han tenido la fortaleza para impulsar proyectos de estas características, tal como lo mencioné en febrero de 2019 (¿Qué sucede con los proyectos de TP en regiones?).
Es fundamental avanzar en estos proyectos, para intentar revertir los problemas de congestión que afectan a muchas ciudades del país.
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