Los ciudadanos son un eje fundamental a la hora de participar activamente sobre las decisiones que se toman en su ciudad, ya que ellos son quienes mejor entienden las necesidades de la comuna en la que viven. Además, también son los afectados directos ante cualquier cambio en la infraestructura de su comuna.
En ese sentido, hay muchas medidas que incluso atentan contra el bienestar de los habitantes de la comuna, al no considerar múltiples variables que fomentan la felicidad de las personas. Por ejemplo, hoy en día muchas iniciativas están yendo en contra de la cada vez más latente tendencia de dejar el automóvil de lado y preferir otras alternativas, como la bicicleta o el scooter.
Bajo esa idea, lo que está ocurriendo en la actualidad es que se le está quitando un espacio al automóvil para dárselo al ciclista, cuando en términos reales hay que lograr que ambas opciones existan, pero dándole más incentivos al uso de otras alternativas distintas al automóvil.
Actualmente, y en vez de estructurar carriles para bicicletas, lo que se ha hecho es reducir el carril vehicular para entregar este espacio a ciclistas. En realidad esto no sólo afecta a vecinos y peatones, sino que también termina por congestionar más una zona. Este fenómeno sucede, en parte, porque se ha pensado en que cada alternativa de transporte tenga disponible algún acceso en el corto plazo.
Otro antecedente relevante es el reciente anuncio del Gobierno, tras cinco meses desde la entrada en vigencia de la Ley de Convivencia Vial, en donde se destacó que se está analizando la posibilidad de exigirle licencia de conducir a los ciclistas.
Más allá de la responsabilidad, esto reduce el incentivo o preferencia de esta opción de transporte. Está bien que exista regulación, pero la discusión de hoy debiese ser generar este circuito o infraestructura vial necesaria antes que abordar una proposición que disminuye el uso de una alternativa tradicionalmente abierta a todo público.
Hay que admitir que Santiago quizás no está preparado para un sistema como el de Dinamarca, donde hay un orden de bicicletas y el 80% de las personas sigue prefiriendo esta alternativa incluso durante el invierno, pero aun así, es posible pensar en opciones que fomenten el bienestar de la ciudadanía, como hubs de bicicletas que lleguen al transporte público para que sea más racional el uso del auto y el fomento al uso de otros vehículos de movilidad urbana como los scooters.
Ahora existe un acercamiento, pero todavía no llegamos a una estándar que otorgue bienestar y felicidad, ya que debido a las condiciones y largos tiempos de viaje del transporte público es imposible de alcanzar.
En Dinamarca, se estima que el 68% de las personas que declaran ser más felices utilizan la bicicleta como medio de transporte. Por si fuera poco, uno de los ejes que provoca estos efectos en nuestro país es que la política tiene un ciclo de cuatro años y, por ello, pocos actores elaboran algo modular más allá del corto plazo.
Obviamente, una amplia mayoría piensa más en cortar cintas y captar votos, antes que darle una verdadera continuidad a un proyecto de esta índole. Para otorgarle condiciones más favorables a las personas, diversas comunas y sectores de nuestro país necesitan que se establezcan planes a 20 años para que las medidas no sean "parches", y esto mismo ocurre con los planes reguladores.
Es relevante entender que esto se trata de la felicidad y el bienestar de las personas, quienes claramente buscan más incentivos y accesos estructurales hacia otras alternativas de transporte que permitan dejar de lado el automóvil.
Cuestión que, claramente, no está abordado del todo correctamente. Hay que poner el foco en las personas, que son quienes siempre serán un aporte en la toma de decisiones de infraestructura de las comunas que habitan, sobre todo si es que estamos discutiendo incentivos y/o accesos estructurales que fomenten el uso de otras alternativas de transporte.
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