Educación antártica de los jóvenes chilenos: la clave del futuro

Las bases curriculares de nuestro sistema escolar buscan entregar un conjunto de conocimientos, habilidades y aptitudes para el desarrollo personal y social de niñas, niños y jóvenes. Especial importancia tienen las actividades curriculares de libre elección y todo ese conjunto de acciones que podemos englobar en lo extracurricular porque complementan la formación y, de algún modo, perfilan intereses que podrán desplegar todo su potencial en la educación superior o en la vida profesional adulta.

Pensando en contribuir en este ámbito, el INACH creó hace 20 años la Feria Antártica Escolar, que ha permitido que más de 4.500 estudiantes abran una ventana al saber polar y al trabajo colaborativo a través de la ciencia. Cruzando esa ventana, un grupo de los más destacados ha podido cada año conocer el último continente e inspirarse con la labor que científicos y científicas desarrollan en la Antártica Chilena.

Esta semana, precisamente, 43 estudiantes y docentes de todo Chile se reunirán en Punta Arenas, ciudad puerta de entrada al Continente Blanco, para mostrar sus proyectos, conocer investigadores e investigadoras polares, inspirarse mutuamente y compartir el sueño de viajar a este extremo territorio.

Sin embargo, los restantes millones de nuestros niños y niñas siguen sin conocer de la Antártica más que datos muy generales. Sabemos que nuestros jóvenes son la semilla, cuyo brote traspasa todas las capas de nuestra sociedad. Queremos que ellos conozcan la Antártica, que se fascinen con sus particularidades, se enamoren de su belleza y, desde ahí, quieran conocerla, protegerla y compartir este saber con sus entornos.

Por ello celebramos la iniciativa del Ministerio de Educación, que bajo el lema "La Educación es el tema", está convocando a comunidades escolares, instituciones del Estado, expertos, organismos de la sociedad civil y a toda la ciudadanía a participar del Congreso Pedagógico y Curricular, un proceso participativo y abierto que invita a diálogos que aporten en la construcción de acuerdos y, desde ellos, a establecer las políticas educativas de los próximos años.

Participar en estos diálogos ha sido para nosotros un interesante aprendizaje. La posibilidad de abrirse a la pregunta de qué queremos que nuestros niños y niñas aprendan y profundizar en cómo, cuándo y dónde deben hacerlo, nos obliga a soñar a los niños, niñas y jóvenes que queremos para el Chile del futuro y a asumir un compromiso compartido sobre qué aportamos para abrir las oportunidades necesarias para conseguirlo.

Quisiéramos que esos niños y niñas puedan aprender en entornos seguros y estimulantes, desarrollando habilidades que les entreguen herramientas para construir un mejor país.

Quisiéramos que aprendan de Antártica, pero no solo los datos fríos (muy fríos en este caso), sino las profundas conexiones que tiene con los territorios que habitan.

Quisiéramos que se inspiren en las proezas de los grandes exploradores del pasado, el espíritu colaborativo de los esfuerzos diplomáticos que hacen a este continente único, su exuberante biodiversidad, la riqueza de su flora y su fauna, su inigualable geografía, sus hielos infinitos, sus paisajes prístinos, las huellas del paso humano a través de su historia y el vínculo inalienable que como país hemos construido con este territorio.

Vincular a las y los jóvenes de Chile con lo que sucede en el Continente Blanco no es una cuestión romántica, es involucrarlos en una problemática que tiene directa incidencia en el clima global y local y cuyas consecuencias afectan directamente la productividad primaria de nuestro país. Somos una nación polar y nuestros estudiantes deben entender la relevancia de lo que está sucediendo en la Antártica.

Confiamos en que este esfuerzo sea una invitación al asombro y al descubrimiento de un continente que guarda las maravillas de nuestro presente y las claves de nuestro futuro.

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