La nanociencia y la nanotecnología han sido reconocidas como áreas prioritarias en muchos países, aportando a la medicina, al cuidado del medio ambiente y, recientemente, a la lucha contra el Covid-19, a través de nuevas vacunas como las de los laboratorios Pfizer y Moderna.
Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y el Reino Unido lideran actualmente esta cuarta revolución industrial, de la que Chile no puede quedarse al margen.
Se estima, por ejemplo, que en 5 años más el 50% de los tratamientos médicos y fármacos para hacer frente a enfermedades crónicas como el cáncer, Alzheimer, Parkinson y afecciones cardiovasculares, entre otras, estarán basados en nanotecnología.
Respecto del medioambiente, la nanociencia y la nanotecnología han ofrecido las mejores soluciones para el tratamiento de aguas, remediación de suelos, y mejor producción y almacenamiento de energías renovables. La crisis alimentaria que preocupa al planeta también puede encontrar respuestas en el mundo nano, a través, por ejemplo, del uso de envases inteligentes para alargar la vida útil de nuestros alimentos, de menos fertilizantes y pesticidas, y de múltiples sensores que permiten generar alimentos más saludables y procesos más económicos.
Estos avances y su ineludible proyección, nos dicen que estamos en el minuto exacto para que en Chile relevemos la importancia de un conocimiento que aporta soluciones transversales y que tiene innumerables posibilidades.
La nanociencia en particular, y la ciencia en general, están preparadas para hacer grandes aportes a nuestro país. Sin embargo, algo falta para que se produzca esta esperada transformación, desde una economía extractiva a una economía del conocimiento. Y es tal vez una mayor confianza del sector privado en la ciencia chilena y un vínculo más fuerte entre las universidades y las empresas.
Confío en que el comprometido trabajo de excelencia que desarrollan diversos centros de investigación y universidades del país logrará captar la atención del sector privado y convencerlo de apoyar e invertir en la ciencia nacional y sus desarrollos.
Solo con esta necesaria sinergia, que debe incorporar también al Estado como un promotor de ciencia e investigación, podremos avanzar en el camino del desarrollo y bienestar, una senda en la cual son claves la cooperación, las miradas inter y multidisciplinarias, e inter y multiuniversitarias, en un trabajo conjunto público-privado. El futuro está a nanómetros de distancia y Chile no puede ni debe quedarse atrás.
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