La crisis generada por el Coronavirus ha realzado la importancia de la transformación digital en las compañías nacionales, especialmente en las PYMES. A modo de ejemplo, disponer de capacidades tecnológicas básicas, como el comercio electrónico, es un elemento clave para poder subsistir en períodos de pandemia.
La crisis ha evidenciado el bajo nivel de automatización de las actividades que existe a nivel nacional, requiriendo la presencialidad de muchos trabajadores para el desarrollo de las actividades. Como referencia, los trabajadores chilenos pasan el 49% de su tiempo en actividades que podrían ser automatizadas (McKinsey & Company, 2017), pudiendo realizar alternativamente tareas de mayor valor agregado.
Como país sin duda estamos al debe en insertarnos adecuadamente en la Cuarta Revolución Industrial. Esta última se centra en un avance sin precedentes en tecnologías digitales, utilizando facilitadores como la Inteligencia Artificial, Internet de las cosas, robótica, impresión 3D, por mencionar algunos, para la implementación de decisiones sin la intervención humana.
Pensemos en plantas de manufactura donde la mayoría de las tareas sean realizadas por robots, camiones autónomos, drones que realizan distribución, mini robots para distribución urbana, entre otros.
Para transitar adecuadamente este camino, se debe involucrar con fuerza a uno de los actores más relevantes del país, las PYMES.
Recordemos que el porcentaje de PYMES y Microempresas en Chile llega al 96,9% del total de empresas, empleando además al 43,7% de los trabajadores (Quinta Encuesta Longitudinal de Empresas, 2019).
Esto se condice con una de las principales recomendaciones realizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (2019), en el documento Cadena de Suministro 4.0, que considera como eje clave de desarrollo el incentivar la adopción de tecnologías por parte de las pequeñas y medianas empresas dentro de los países.
Desafortunadamente, las PYMES han tenido un avance muy lento en la transformación digital, por diversas razones, como la falta de conocimientos de las nuevas tecnologías, los recursos financieros limitados, la ausencia de recursos humanos especializados, entre otras. Esto se suma a los acotados incentivos gubernamentales en esta materia y la ausencia de estrategias nacionales integradas para estimular la transformación digital.
Una de las principales conclusiones que podemos obtener de esta crisis para la industria, consistente con las experiencias internacionales (BID, 2019), es la necesidad de fortalecer la transformación digital en las PYMES, a través de incentivos gubernamentales a la digitalización, como préstamos a bajas tasas de interés o deducciones de impuestos, la difusión de conocimiento sobre las ventajas de la industria 4.0, la capacitación y la asociación entre empresas y universidades.
De esta forma podremos avanzar hacia la modernización y una mayor competitividad de nuestras industrias.
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