Sin duda, Chile vive momentos muy difíciles. A veces, de mucha incertidumbre, otras, muy pocas, de unidad y comprensión frente a las dificultades, como quedó demostrado con el acuerdo gobierno-municipio de suspender las clases en la lucha de Chile contra el Coronavirus.
Llama la atención la ansiedad de algunos alcaldes que, en su afán de responder de apuro a sus vecinos, caen en la tentación de personalizar sus decisiones, sin someterlas al juicio de sus pares y poniendo en tela de juicio la presunta unidad de la gestión alcaldicia.
Solo así se explica que, algunos de ellos, pusieran la nota caótica llamando por su cuenta y riesgo a la tal suspensión.
En este punto, es bueno recordar que, en la presente coyuntura, los alcaldes, en general, hemos dado muestras de mucha cordura al evaluar las legítimas presiones de la ciudadanía con la ponderación que exigen las circunstancias históricas del país; da cuenta de ello, la consulta ciudadana que pavimentó el camino del acuerdo del 15 de noviembre, a lo que se suma la lúcida decisión de presionar democráticamente al Ejecutivo para que, echando pie atrás, aceptara suspender las clases a partir del lunes 16.
Hasta donde se sabe, los municipios no tienen la facultad de suspender clases, en el sentido estricto de la acción, por lo que el gesto de aquellos que actuaron por su cuenta, a espaldas de los acuerdos, solo contribuyen a polarizar la convivencia, confundir a la ciudadanía, y crear bolsones de desencanto entre los habitantes de sus comunas.
El correr solo, con una falsa autosuficiencia, parece ser la constante que los moviliza; presos del miedo, solo venden soluciones mágicas que, finalmente, solo vienen a demostrar su incapacidad de enfrentar los peligros que se ciernen hoy sobre sus territorios.
Así las cosas, el gobierno debe poner más atención a lo que ocurre a nivel local que, al fin de cuentas, es lo que ocurre en el país real.
Me parece, de todos modos, que la unión hace la fuerza, y los alcaldes y alcaldesas han mostrado credenciales suficientes como para ser escuchados y considerados en un plano de madurez y compromiso, lo que legitima su accionar en la crisis.
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