Territorio, ¿palabra de moda?

En 1989, hace más de 30 años, David Harvey señalaba que "en la transición del fordismo al post-fordismo se da una interesante paradoja espaciotemporal [...] en este proceso de transición, el espacio y el tiempo se han comprimido, las distancias se han relativizado y las barreras espaciales se han suavizado. Sin embargo [...] es realmente paradójico que el espacio -o más específicamente el territorio-, no solo haya perdido importancia, sino que haya aumentado su influencia y su peso específico".

En efecto, la teoría de los lugares ha recobrado protagonismo y vemos como "el territorio", aparece en los discursos técnicos y políticos y es reivindicado por el movimiento social, como el "lugar" desde donde se habla.

Es necesario realizar un análisis de las nuevas realidades territoriales de nuestro siglo a partir de las relaciones dinámicas existentes entre lo local y lo global, y entre los territorios locales y los sistemas globales.

Aunque el sistema territorial es cada vez más complejo y se articula a partir del sistema global, la escala local concita cada vez mayor interés al ofrecer nuevas y mayores oportunidades, unidas al creciente conjunto de problemas de variada naturaleza que generan importantes tensiones en el territorio y demandan nuevas respuestas. Los desequilibrios territoriales y las desigualdades espaciales provocados por la distribución del desarrollo, la innovación y la riqueza permitirán comprender los problemas territoriales que la globalización ha ampliado. Por esta razón es necesario analizar las cuestiones más significativas del desarrollo territorial, en sus variados componentes sociales, económicos, antropológicos y ambientales.

La variedad de cambios ocurridos en el planeta, y particularmente el impacto de las nuevas tecnologías y de los nuevos sistemas de comunicación y de información, dieron lugar a una ruptura de las barreras físicas y de las restricciones espaciales, y han dado paso a la convergencia espacio-tiempo, en la cual las relaciones de posición pasaron de estar determinadas por el valor de las distancias a ser medidas en términos de tiempo real. Así se justifica el carácter abstracto de las construcciones de los nuevos sistemas territoriales, resultante de la sustitución del valor de los lugares por el valor de los flujos.

La Paradoja de la Territorialidad

Lo local-territorial ha sido revalorizado como antídoto compensatorio y como factor complementario de equilibrio y ha supuesto que la territorialidad se reafirme como un valor emergente. Por esta razón se puede decir que la globalización -en principio tan alejada de la dimensión territorial- ha supuesto una valorización del territorio, de lo local. El catedrático español Andrés Precedo ha denominado a este proceso como la Paradoja de la Territorialidad, puesto que una excesiva no-espacialidad y fuertes procesos de dislocación han permitido volver la mirada y el pensamiento a los aportes de la variable espacial, como una manera de corregir el proceso de globalización, en lo que al papel del territorio se refiere.

Cuando el territorio -como variable- parecía haber perdido su valor, se hace posible avanzar en su contenido y en su significado, pasando de tener un mero significado de lugar a adquirir un rango de proceso, con un valor ampliado y una dimensión más profunda, haciendo que el "lugar" como concreción espacial de localización adquiera un nuevo significado.

La Paradoja de la Territorialidad introdujo una nueva manera de percibir e interpretar las realidades territoriales y la reinterpretación del proceso de urbanización desde la perspectiva de la globalización. El territorio no es únicamente un objeto dado, ni un resultado de procesos. También es un objeto por hacer: un objetivo histórico y político y, en tal, objeto de gestión. Entender el territorio implica su descripción, su explicación y el hallazgo de sus ¿qué? y sus ¿por qué? Entender el territorio, "inteligencia territorial", es una tarea colectiva que de alguna manera supone el esfuerzo de abarcar de forma rigurosa la realidad desde el conocimiento y la acción. Pues no hay teoría sin práctica ni práctica sin territorio.

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