En el último tiempo se han propuesto cambios de nombre de calles. Entre ellas, las emblemáticas Huérfanos, Bulnes, Rosas o Namur, a las que se suman también otras céntricas plazoletas. Todo esto para conmemorar los 50 años del golpe de Estado. Esto no solo ha sucedido en Santiago, sino que también en otras ciudades. Si bien este tipo de iniciativas parecen inocuas, lo preocupante son los mecanismos utilizados para empujar los cambios anteriormente descritos. Por ejemplo, en la comuna de Santiago, se ha dicho que estos se votaron en el Consejo de la Sociedad Civil. Sin embargo, por más bienvenida que sea esta entidad, bien sabemos que sus decisiones no son para nada vinculantes.
¿Es el Cosoc el mejor organismo para canalizar este tipo de iniciativas? Da la impresión que no, pues para decisiones de ese tipo está el consejo municipal y, en el mejor de los casos, las juntas de vecinos de los sectores afectados por el cambio, las que en este particular caso de Santiago no fueron consultadas. Y acá surge entonces el problema, ¿qué tanto impacto social está teniendo este tipo de medidas?
Esta situación muestra de relieve una cuestión bastante más profunda que el cambio de nombre mismo, esta es: ¿Cómo se entiende la participación ciudadana hoy? Para iniciativas tan sencillas y sensibles, parece ser que los mecanismos actuales no dan con el tono participativo que las doten de validación y, por tanto, viabilidad social y política. Lo anterior, es fácilmente observable debido a la resistencia de muchos vecinos a los que este cambio no les ha sentado bien e incluso, se rehúsan fuertemente.
Entonces, el desafío que tienen las actuales autoridades locales es buscar nuevas forma y mecanismos participativos reales por medio de los cuales las personas se sientan efectivamente escuchadas y representadas. Lo anterior siempre tiene desafíos, pero estos son cada vez menores o si se quiere, distintos. Por ejemplo, las herramientas digitales podrían ayudar a acercar a las personas a esta toma de decisiones con encuestas, voto electrónico u otros mecanismos como interconsultas con las juntas de vecinos. Estas últimas, muchas veces miradas en menos, son las que más confianza ciudadana concitan, incluso, más que los propios municipios. Por lo tanto, son instituciones que podrían contar con una mayor preponderancia en este tipo de decisiones, pues pueden ser buenas canalizadoras y catalizadoras de los intereses de las personas con los de las autoridades.
Para finalizar, en tiempos en que la política no goza de buena fama, es muy importante que quienes tienen cargos democráticos y representan los intereses de sus votantes y además de sus colores políticos, logren un sano equilibrio entre las demandas de su comunidad y la presión partidista, la que muchas veces van en contra de los intereses de sus representados.
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