La pata más coja de la política cultural

En mayo de 2012, la Corporación de Promoción Universitaria (CPU) lanzó el N° 120 de su Revista de Estudios Sociales, la más antigua del país en abordar temáticas vinculadas a las políticas públicas prioritariamente en educación, ciencia y tecnología.

Su título, “La Educación de la Primera Infancia en Chile: El desafío de una Política de Estado”. Abordaba desde diversas perspectivas, económica, neurobiológica y pedagógica, entre otras, la necesidad de contar con una política de estado y de largo plazo para la educación en los primeros años de vida, como única manera de generar no solo un desarrollo equitativo entre las personas, sino también del país en su conjunto.

Coincidió con esta publicación, un creciente interés por el tema, que se ha visto reflejado en anuncios presidenciales y la inclusión del tema en las propuestas de prácticamente todos los candidatos.

Por otra parte, a partir del retorno a la democracia, la creación artística nacional en sus diversas disciplinas se ha multiplicado en varias veces; por ejemplo, en el año 1990 se estrenaban una o dos películas chilenas al año, mientras en 2012 éstas llegaron a las 23.

Ello se repite en todas las disciplinas, teatro, música, artes visuales, etc. A excepción del último trienio, prácticamente sin excepción en los veinte años anteriores de democracia, los recursos públicos destinados a la creación aumentaron de manera importante.

Lo mismo sucedió con la infraestructura cultural primero a través de la DIBAM, que permitió ya hace 7 años, tener una biblioteca en casi todas las comunas del país; y el año 2007 al iniciar a través del CNCA un programa destinado a contar con al menos un centro cultural en cada comuna de más de 50 mil habitantes, programa que bien o mal, continuó este gobierno.

Se sumaron también durante el cuatrienio 2006-2010 los programas de acceso del Consejo de la Cultura destinados a asegurar la participación de las personas de los bienes artísticos y culturales.

Hace algunas semanas, importantes directores y actores han denunciado que deberán cerrar sus salas de teatro o parte de las actividades que realizan por falta de financiamiento o porque simplemente no tienen público.

Se estrenan películas chilenas exitosas en el extranjero y el público nacional, en casi todos los casos, no llega a 10 mil personas. Los canales de televisión argumentan la ausencia de programación de calidad, ni siquiera le llamaremos cultural, porque la gente no las ve y no tienen rating.

La publicación de CPU muestra cómo los primeros años de vida son fundamentales en el desarrollo de las personas. El desarrollo del lenguaje, ciertos gustos, las capacidades psicomotoras, el inicio de los procesos de socialización e individualización, se inician sí o sí en esos primeros años. Las capacidades cerebrales en muchas materias solo pueden ser desarrolladas de buena manera en esta etapa, después solo serán remediales.

Un buen ejemplo es la capacidad de aprender un segundo idioma. Según los expertos, su curva de aprendizaje se inicia cerca de los 2 años, llega a su punto más alto entre los 6 y 8, y luego decrece quedando en apenas el 10% a los 12 años. Entonces podremos aprender un segundo idioma, pero no de la manera en que lo hubiéramos hecho en la edad adecuada.

Conectemos los temas abordados por CPU y la cultura para llegar al punto. No podemos pretender un desarrollo de las artes y la producción cultural sin personas capaces de disfrutar de ellas. Esto requiere desarrollar el entendimiento de los lenguajes artísticos desde la primera infancia, cuando los seres humanos poseemos las capacidades para ello, en la juventud y adultez ya se vuelve solo remedial o de casos excepcionales.

Sin embargo, la formación de audiencias es la pata más coja de nuestra política cultural, en particular en los niños. Para ser exactos, no existe política de formación de audiencias. Así no podemos sorprendernos que las personas no asistan a ver una buena película u obra de teatro, si recién la primera oportunidad de observar alguna la han tenido con suerte, a los 20, 30 o 40 años.

Esta debiera ser la prioridad de la política cultural del próximo gobierno. Formación de audiencias en serio y desde los primeros años de vida.Las bases están. Avanzó la DIBAM hace años incorporando en el diseño de sus bibliotecas espacios especiales para niños. Continuó el Consejo de la Cultura con programas como Nacidos para leer, hoy suspendido, y la construcción de centros culturales.

Prioritariamente estos espacios debieran estar destinados a ser lugares de encuentro de las familias y los niños.

Lugares en que de lunes a domingo veamos como los niños comienzan a disfrutar del arte y la cultura, cómo comienzan también a socializarse e individualizarse. Una política cultural activa del estado, con fondos públicos, sin temor al dirigismo y sin la cantinela tan repetida en estos últimos años de una cultura libre y con prescindencia del estado, porque es en estos roles donde éste no tiene reemplazante.

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