El economista Manfred Max-Neef plantea una reflexión interesante: por una ley natural que todos conocemos, dice, “los sistemas vivos crecen hasta un cierto punto”, sin embargo, “jamás dejan de desarrollarse”.
Max-Neef señala la diferencia entre crecimiento y desarrollo en el marco del debate económico. El punto ha sido particularmente sensible en estas elecciones presidenciales, con una de las campañas centrada, con cierta obsesión quizás, en los indicadores duros de la economía, aludiendo al crecimiento - y no al desarrollo - como la panacea a los distintos problemas de la sociedad chilena.
Sin embargo, no traigo a colación la cita por lo contingente que puede parecer. Más bien, porque es pertinente en otra área donde suele privilegiarse lo cuantitativo en demérito de lo cualitativo. Se trata de cierta noción de la ciencia, la investigación, el desarrollo y la innovación que, por lo menos en el papel, tiene el actual proyecto de Ley que crea el nuevo ministerio de Ciencia y Tecnología (Mincyt).
En ese contexto, la Asociación de Investigadores en Artes y Humanidades, organización de la sociedad civil que pretende instalar una concepción de ciencia y tecnología más amplia, compleja y rica, ha señalado que el proyecto de Mincyt entiende “el desarrollo nacional sólo como un aumento del PIB a partir de la diversificación de la producción nacional”, restringiendo la ciencia y la tecnología a “la creación de productos, ventajas comparativas y exportación en el mercado global”.
Así, se limita la creatividad al emprendimiento económico y la innovación al diseño de dispositivos tecnológicos.
La asociación ha presentado varias indicaciones a la ley, buscando evitar sesgos contra la investigación en áreas del conocimiento como las artes y humanidades, y restituyendo el lugar tradicional de aspectos como la ética, los valores cívicos, o la expresión y expansión de lo humano a través del arte, la literatura y la estética.
Es importante destacar que la Región de Valparaíso tiene prácticas que esta asociación de investigadores releva como ejemplos a imitar: el núcleo de innovación de la Facultad de Artes de la Universidad de Playa Ancha, el Centro Regional de Inclusión e Innovación Social de la Universidad Viña del Mar - CRIIS, cuyos objetivos son “fortalecer comunidades y lazos sociales, desarrollar mecanismos que sirvan para mejorar la calidad de vida de las personas y la gestión de instituciones u organizaciones sociales, y generar espacios de creación artística, entre otros”.
Algunas preguntas que pueden orientar la discusión sobre este punto. ¿Nuestro país sería el mismo sin Violeta, Mistral o Matta, como para permitirnos no comprender, difundir y estudiar sus obras?
¿Es avance o retroceso prescindir de la formación en lógica, lenguaje e historia?
¿Ayuda a la cohesión y la vida en comunidad suspender el diálogo crítico sobre política, democracia, deberes y derechos civiles?
Alejarse de una visión utilitaria, instrumental y economicista de la ciencia es, quizás, el primer desafío de un proyecto de Mincyt que sea integral y entienda en toda su magnitud la complejidad irreductible de una sociedad como la que vivimos.
Es un desafío que invita a discutir cuestiones esenciales, como dilucidar qué perdemos y ganamos como país al dejar de lado el arte, las humanidades y buena parte de las ciencias sociales.
Los legisladores, como en muchas otras ocasiones, tienen la palabra.
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