La Municipalidad de Las Condes ofrece un concierto gratuito para la comunidad con un repertorio mayoritariamente operático y algunas canciones de Víctor Jara (espero que no sean mis versiones), según se lee en El Mercurio. Toda la música compuesta originalmente para orquestas conformadas al menos por unos sesenta músicos.
Sin embargo, para este concierto se contemplan sólo diecinueve instrumentistas, un coro de veinticuatro cantantes y por supuesto los solistas, supliendo la falta de instrumentistas con grabaciones, a lo que se ha llamado “orquesta virtual”.
Según el artículo del matutino, este proyecto se realiza con el objetivo de llevar a la comunidad la experiencia de escuchar en vivo este repertorio y por lo tanto, difundir la música en un público que se asume musicalmente desconocedor de este tipo de música.
Antes de comentar las implicancias musicales y técnica de este concierto quisiera mencionar algunos datos históricos.
Mientras Franz Liszt realizaba reducciones para piano de las sinfonías de Beethoven, el propio Brahms hacía una versión de su “Requiem Alemán” reduciendo la orquesta a solo un piano tocado por dos pianistas.
Por su parte Wagner hacía lo propio re-orquestando “El Mesías” de Haendel para un tiempo después escuchar la versión de Ravel de los “Cuadros de una Exposición” de Mussorgky.
Unos y otro se las han arreglado para realizar versiones de acuerdo a diferentes intereses a lo largo de la historia. El propio suscrito ha hecho versiones sinfónicas Las “Canciones del Capitán” de Sergio Ortega originales para canto y piano. Ejemplos de adaptaciones de obras sinfónica para grupos de cámara o de obras de cámara para grupos sinfónicos hay para empapelar el planeta, pero todos con el factor común de haber sido concebidos para ser interpretados en vivo por seres humanos.
Compositores del siglo XX en adelante han compuesto obras que incluyen una grabación como parte de sus trabajos. Claro está que estas obras han sido concebidas como tal y responden a una propuesta artística propia de nuestros tiempos.
Ahora al asunto. La puesta en escena de un repertorio escrito para ser interpretado por una orquesta sinfónica donde la orquesta es aumentada con “pistas” previamente grabadas sugiere al menos algunas dudas que van desde lo técnico, entendiendo esto como el uso de tecnología electrónica, hasta lo propiamente musical, pasando por asuntos de concepción cultural y mercado laboral.
Ya el hecho de usar sistemas de amplificación para una música que no ha sido concebida para eso plantea un desafío técnico de proporciones en tanto equipamiento técnico, así como el conocimiento específico de los ingenieros a cargo acerca del tipo de repertorio e instrumentos a utilizar. Sin embargo este proyecto va más allá, pues se trata de combinar músicos en vivo, mezclado con las grabaciones previamente hechas para completar el sonido sinfónico de una orquesta. Sin considerar todavía que el coro de veinticuatro cantantes debe ser también amplificado para equiparar el sonido total y emular un coro de sesenta cantantes.
Sin entrar en detalles de las complejidades a las que se ve enfrentado el sonidista, ya es evidente que tanto solistas, coro y los pocos instrumentistas en escena están sometidos al menos a las velocidades de la música grabada.
Cualquier cambio expresivo que pudieran sentir los solistas como apropiado según las tradiciones de la interpretación musical, están prohibidas, pues la grabación sigue adelante con lo suyo y habrá que seguirla.
Asuntos técnicamente musicales como los calderones (momentos en que en este caso el director debe mantener el sonido o el silencio por el tiempo que se le antoje), están prohibidos, pues la grabación sigue adelante con lo suyo y habrá que seguirla. Con todo, se elimina de base la labor del director de orquesta, quien ya no conducirá la música como se entiende su trabajo, sino que tendrá que seguir la grabación.
Entonces, ya no se trata de una versión musical, sino de una vulneración de los asuntos propios del arte musical, donde los que están arriba del escenario deben hacer algo que se aleja de los conceptos concebidos por los creadores de la música, quienes seguramente, y hablo como compositor, de estar vivos se habrían opuesto inmediatamente a tal interpretación de sus obras.
Una cosa es reemplazar un instrumento por otro parecido cuando no se tiene, como en el caso de algunas percusiones como el xilófono o el glockenspiel reemplazados por teclados electrónicos, o sustituir toda la orquesta por otra conformación instrumental.
Reemplazar el ochenta por ciento de una orquesta por grabaciones, manteniendo un veinte por ciento arriba del escenario, vulnera tanto los intereses de los creadores como de los oyentes, quienes creyendo que están en presencia de una verdadera orquesta, en verdad no lo están. Muchos se puede escribir acerca de los alcances musicales de este asunto, pero no vale la pena ahondar más, pues la evidencia es tal que ya no cabe más análisis. Se trata simplemente de uno de los más desafortunados usos de la tecnología actual.
Respecto de la institución que alberga y financia este concierto, debo decir que si bien es a lo que menos me refiero, es la parte más importante de este escrito.Me parece vergonzoso que una de las comunas con más recursos del país no considere invertir en contratar una verdadera orquesta para estos menesteres. Más aún cuando se argumenta que el objetivo es entregar a la comunidad un concierto que se presume “de calidad”.
Chile está lleno de excelentes intérpretes, los que viven a diario los avatares de una medio inhóspito, y se ven expuestos a un cada vez más hostil mercado laboral, el que con este tipo de proyectos contribuye a disminuir las plazas de trabajo en aras a entregar un producto parecido al verdadero. Algo así como el típicamente chileno “salmón tipo atún”, o autos semi-nuevos o semi-usados.
Con lo anterior queda más que claro que los intereses populistas de algunas autoridades superan la realidad y son entonces capaces de inventar “orquestas virtuales” en aras a satisfacer necesidades - también inventadas -, para con esto justificar su supuesto compromiso con el servicio público.
Esto es una patada al menos en las canillas y una cachetada a los más de diez años que cada intérprete estudia sólo para obtener el título. Autoridades culturales que albergan este tipo de iniciativas, a la vez de demostrar su completa ignorancia y sus orígenes políticos, ahondan inconscientemente en sus nulos conocimientos del quehacer artístico y por cierto hacen evidente ante la opinión pública sus bajos niveles de inteligencia.
Consiente y respetuoso de la calidad musical de los solistas, de los diecinueve instrumentistas, de los integrantes del coro, del director de orquesta y del ingeniero de sonido a cargo, quienes a la vez de entregar lo mejor de sí, han accedido a realizar este trabajo, que si bien no es apropiado seguramente sí es necesario, debo decir que la propuesta musical en suyo es al menos irreverente, inapropiada, poco inteligente e irrespetuosa, y sólo contribuye a difundir una verdad que no es tal, pues el resultado musical, por bueno que pudiera salir de los parlantes en esta oportunidad, adolece de los asuntos internos del arte musical concebido para ser entregado por seres humanospara el regocijo de los propios seres humanos.
Finalmente, y esperando que el Karaoke se mantenga en sus espacios tradicionales, invito a las autoridades culturales de todas las comunas de nuestro país a no imitar esta iniciativa, la que vulnera el arte musical en su esencia.
Los invito sí a promover la verdad del arte musical, como lo ha hecho con un día de anticipación la Orquesta Sinfónica de La Serena al albergar el mismo concierto, o casi el mismo, pero en su versión real, o sea con un cien por ciento de seres humanos.
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