Sin coronavirus y a los 92 falleció Albert Uderzo. Quiso ser apenas una firma en la esquina de cada viñeta. Los más entendidos y busquillas lo identificarán como el francés-italiano que dibujaba las historietas de Astérix. En una primera época acompañado de Goscinny y luego a la muerte de este en solitario haciendo todo.
Cada uno de nosotros tiene en su vida un montón de libres asociaciones. La mía de ese exilio temprano a los 20, apurado saliendo de esa clandestinidad, que fue quizás peor que el coronavirus, de cuando los nuestros murieron sin despedidas ni entierros. De ese arribo a Bélgica a fines del 75, de todo lo complejo de estar lejos y recomenzar donde simplemente te tocó.
Uno de esos buenos recuerdos y experiencias después de las dos hijas nacidas en Bruselas, es Astérix. Aprender francés en Astérix o hacer que leíamos y entendíamos en esas revistas. Inmediatamente recuerdo al Patito y a sus Astérix y al Tavo y al Malandra.
Astérix tenía de la Resistencia chilena de la que veníamos. Astérix era pequeño, tenía el ingenio y la fuerza iba detrás representada en su socio Obelix. Y juntos podían todo, era por la razón o la fuerza, pero con menos milicos y más astucia, más judo o el aprovechar los errores del otro.
Astérix instalaba un problema, luego apreciaba, resolvía dificultades y plunsh!! Sólo restaba avanzar el plan. Pero, nada era fácil ni inmediato, como la vida. Como es ahora.
Todas esas historias no las olvidé jamás. Los romanos poderosos que podían aparecer al inicio ganando, pero que eran sólo las apariencias, porque finalmente terminaba por imponerse la pequeña aldea.
Uderzo y Goscinny alimentaron el chovinismo de los franceses, pero creo que también y de paso la autoestima y confianza de los débiles. Y Astérix después se hizo habitual en mis casas y familias hasta que en algún momento quedó por ahí arrumbado y cesante, como si fuera sólo para los chiquillos y las chiquillas chicas.
Nunca vi una película de Astérix, recién ahora que busco imágenes me sorprendo que las había. El comic, la historieta tenía que ser en papel y con viñetas. Tenía que tener ese salto que sólo lo crea cada lector. Tenía que tener el trazo de Uderzo sin pigmentos, tenía que ser en la factura de origen. Con tapa dura o álbum, generalmente caro y escaso.
Dicen, quizás sea otra historia, que Uderzo alcanzó a conocer del coronavirus, incluso a imaginar una trama. Lo que fuera, hoy la aldea de los Galos somos todos y los romanos o los grandes los que no quieren que nos salvemos, los que la ponen más difícil y creen que este es un juego de egos y popularidad.
Hay que derrotar la individualidad a ultranza, el yo primero o él no me importa. Porque o hacemos cuidados para todos o no habrá seguridad para ninguno.
Nos gustaría tener la pócima mágica y frenar el coronavirus de raíz y evitar tanta muerte, enfermedad y terror. Y luego reunidos en la aldea en estado de asamblea, cambiar esto de raíz y salir de todas las otras pandemias.
Posiblemente, Uderzo se llevó ese último secreto. No fue poca gracia publicar casi 400 millones de ejemplares en más de 100 idiomas. Tampoco esperanzar y entretener a tantos. Incluido a ese muchacho de 20, recién llegado a Bruselas que chapurreando el francés hizo de Astérix su silabario, junto con subrayar que lo suyo sería estar del lado de esa pequeña aldea ante los romanos que fueran.
Uderzo ya no está para imaginar y dibujar la superación de esta trama. Ahora, nos toca a nosotros a escala planetaria vencer al coronavirus, ese que nos encierra, enferma y mata. Y de paso a todos sus cómplices.
En una y quizás, después nos animemos para seguir con otras batallas planetarias: los mares, el agua, las ballenas, las miserias y la salud del planeta.
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