¡Cuántas veces al reír se llora!

Jorge Muñoz Arévalo SJ
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Hemos iniciado Septiembre. Estamos a pocos días de celebrar nuestra Fiesta Patria, aquella fiesta que no importando credo religioso ni inclinación política nos hace agradecer que podamos vivir en una nación libre e independiente; condición aún más valorada después de haber vivido largos años de dolor, división y muerte.

Este año será una larga celebración. Serán varios los días en que veremos a nuestra gente celebrar, abrazarse, cantar, emocionarse y llorar. Días en que una simple contemplación nos podría dar la sensación que estamos bien, que éste es un país en crecimiento, que es un país sano. Sin embargo, sería un equívoco pensar así.

Pues, citando al poeta mexicano Juan de Dios Peza…

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!

…aquí aprendemos a reír con llanto,

y también a llorar con carcajadas. 

Sería un equívoco pensar que toda la fiesta, comida, baile y sonrisa es reflejo de un bienestar de nuestro pueblo. Muchas veces esa fiesta, esos rostros sonrientes, esconden, disfrazan, un dolor no consolado, un dolor no resuelto.

219.000 niños, niñas y adolescentes trabajan en Chile, cerca de 1.500.000 de personas de comunidades rurales no pueden procesar sus aguas servidas, más de 545.000 jóvenes no estudian ni trabajan, más de 12.000 personas en situación de calle, 43.000 familias viven en campamentos, las mujeres ganan un sueldo 12% menor que el de los hombres.

Además de lo anterior, hemos de sumar ese clima de mal humor e intolerancia que se encostra en muchos y muchas, y que nos impide avanzar.

En estas consideraciones no debiéramos olvidar las discusiones en torno al salario mínimo. A veces existe una sensación de la mezquindad con la que se plantean ciertas iniciativas.

La encuesta CASEN 2017 nos hace ver que hay personas que aunque tengan un trabajo, el ingreso que éste les reporta no les permite salir de la pobreza. Esta es una deuda real y concreta con nuestros trabajadores y trabajadoras. No podemos seguir riéndonos de ellos y ellas.

Citando al Padre Hurtado, “…para que el amor de la patria pueda mantenerse, se requiere que ésta ofrezca a sus ciudadanos un mínimum de condiciones a su espíritu, a su cuerpo, a su vida individual y familiar, a sus aspiraciones de cultura, de ascensión, que les permitan sentirse plenamente hombres, ciudadanos conscientes y con oportunidades de progreso. Si esto falta, si la vida de gran número de ciudadanos es inhumana, todas las campañas en pro del patriotismo están condenadas al fracaso: más aún, germinarán en el alma de los chilenos sentimientos de rencor”.

A esta alma dolorida de los chilenos habría que sumar hoy el alma de todos aquellos y aquellas que han venido a nuestro país en busca de un futuro porque el propio se los está negando: tantos migrantes que más que papeles, buscan dignidad para sus vidas y no ser mirados como una cantidad o porcentaje, sino como seres humanos en busca de un buen vivir y en busca de aportar para el bien de todos y todas.  

Por todo esto, en este mes tiene sentido seguir preguntándonos con el Padre Hurtado, ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

¿Qué haría en cada instancia donde podemos hacer la diferencia entre vida y menos vida?

¿Qué haría Cristo para crear condiciones en que todos y todas sientan que tienen un mañana mejor que el presente?

Tal vez, los acordes que escuchemos estos días nos permita convencernos de impulsar desde los distintos lugares en los cuales servimos, acciones que nos ayuden a construir un país más solidario, donde toda fiesta sea verdadero reflejo de esa salud interna que es el fundamento para seguir soñando con algo más grande todavía.                                                    

 

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