Francia, cultura y memoria

Al sur de Francia y frente a los Pirineos se alza bella, elegante y tranquila la ciudad de Pau. Es precisamente allí en donde camino ya al cuarto de siglo se realiza todos los años una singular actividad internacional conocida como el “Festival Culturamérica” un espacio en que invitados de nuestro continente exponen, discuten, dialogan con el público, responden consultas, acerca de temas de la cultura, del arte, de la política y de los derechos humanos mientras en paralelo se desarrollan recitales de música, muestras de pintura, funciones de teatro y ciclos de cine de América Latina.

Con el apoyo del Ayuntamiento y de la Universidad de Pau, este importante encuentro anual es organizado por la entidad denominada “Culturamérica” que preside la profesora universitaria Marielle Nicolas y cuyo fundador y líder es el periodista, escritor y cineasta Jean Ortiz a quien conocimos hace ya muchos años en el exilio cuando se desempeñaba como corresponsal de “L´Humanité” en La Habana, Cuba.

Respaldan esta valiosa iniciativa una docena de prestigiosas instituciones locales y nacionales del más amplio espectro y por los escenarios de este particular encuentro anual han pasado importantes figuras de la cultura y la política de los diversos países de nuestro continente ; por mencionar sólo uno de ellos, el presidente de Bolivia Evo Morales.

En la última semana de marzo pasado tuve ocasión de participar  y exponer respecto de los juicios en curso en los tribunales chilenos con ocasión de los delitos  de lesa humanidad cometidos por la dictadura de Pinochet, con especial atención al denominado caso “Operación Cóndor”. Junto con la exposición de los hechos y el desarrollo de los procesos, nuestra contribución fue aportar antecedentes que demuestran que en estricto rigor dicho operativo concertado por las dictaduras latinoamericanas de la época coordinadas desde los EEUU por los aparatos de inteligencia y el Comando Sur, ni era original ni era nuevo por más que la sede de  la primera reunión fuera Santiago, el invitante Pinochet y que la presidiera Manuel Contreras aquel mes de noviembre de 1975.

Porque, como demuestra la historia, esta misma coordinación represora internacional se había puesto en marcha mucho antes, al menos desde 1954 cuando el golpe contra el presidente constitucional de Guatemala Jacobo Arbenz, apoyado incluso por figuras criollas y medios de comunicación chilenos. Así lo de “Cóndor”, ave de nuestro escudo nacional carece de sentido y debió llamarse en todo caso y por razones obvias Operación “Águila”, figura del emblema norteamericano.

En el encuentro  de Francia participaron figuras de distintos países y de diversos campos de actividad, entre ellos el escritor, pintor y cineasta uruguayo Pablo Casacuberta y su compatriota la actriz y dramaturga Raquel Diana, el ensayista francés Romain Migus, el académico y diplomático venezolano Héctor Constant, el dirigente social y de derechos humanos argentino Ernesto Lejderman, aquel que siendo niño fue testigo del fusilamiento de sus padres por militares chilenos y que, por esos mismos dramáticos hechos, hace unos años enfrentó en un programa televisivo al general Juan Emilio Cheyre. Expuso también el destacado periodista y escritor francés Maurice Lemoin.

Los conciertos musicales estuvieron a cargo del eximio guitarrista flamenco Manuel Rodríguez, la cantante colombiana Marta Gómez y  grupos  de batucada y capoeira brasileña en la sede de la agrupación “Urracas de Emaus” que colaboraron activamente.

A la par se presentaron exposiciones de pintura, de amates mexicanos, de la civilización maya a cargo de Nicolás de Jesús y Lourdes Cassot respectivamente, y también de fotografía boliviana de Ron Vargas; igualmente una exposición del concurso previo de afiches del festival en el anfiteatro de la presidencia de la Universidad. No podía faltar el cine y fueron aplaudidas, entre varias otras, “Brecha en el silencio” de Venezuela, “El Clan” de Argentina, “Chala” de Cuba, “El Club” de Chile.

No tenemos registro de eventos similares en nuestro medio y lo notable es además el conocimiento acabado que el público europeo en general tiene tanto de los horrores de la dictadura, como de quiénes fueron los responsables políticos del golpe del 73, de la injerencia extranjera en América Latina y de la suerte de los procesos judiciales en Chile en particular a partir de la querella de  enero de 1998 que, sustanciada por el juez Juan Guzmán, cambió de raíz el curso de la historia y abrió paso a la situación de hoy en que una treintena de jueces especiales conocen de 1.300 querellas.

La inmensa mayoría de ellas corresponden a casos de detenidos desaparecidos o de ejecutados políticos, pero poco a poco han empezado a sumarse acciones judiciales por los miles de casos de torturas.

En paralelo, las agrupaciones nacionales de familiares de las víctimas comenzaron el año 2013 un juicio, rol n° 12, en manos del Ministro Mario Carroza, que apunta a determinar la responsabilidad de aquellos que fueron parte de la conspiración para derrocar al gobierno constitucional de la época. No es tarea sencilla. Muchos de quienes alentaron el proceso sedicioso e instigaron a las Fuerzas Armadas en la década del setenta, o sostuvieron las relaciones secretas con aparatos de inteligencia extranjeros, mantienen todavía posiciones de fuerza e influencia en la sociedad chilena.

¿Estará el Poder Judicial a la altura de sus responsabilidades? Tenemos confianza que sí, habida cuenta de lo mucho que se ha podido avanzar en medio de inmensas dificultades y de los cambios reales al interior de los tribunales en los últimos años.

Pero no ignoramos la existencia de dudas, de presiones, de lamentables olvidos y confusiones respecto del pasado y de argumentos políticos extra judiciales. La decisión de los querellantes en todo caso es llegar hasta las más altas instancias jurisdiccionales nacionales e internacionales si fuere necesario para evitar una impunidad que puede resultar fatal pensando en el futuro de la nación.

Así nuevas delegaciones chilenas podrán llegar a los encuentros de cultura y memoria en Europa o en cualquier país del mundo para relatar como fue posible la victoria contra el olvido. 

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