En medio de un tiempo de feroces cuestionamientos a los líderes de la iglesia chilena, podemos mirar con orgullo a un sacerdote chileno que cumple 101 años, a un jesuita que nació en 1917 en cuna de oro, formado por institutrices inglesas, egresado de las Universidades Gregoriana de Roma y Lovaina de Bélgica, profesor de moral, que sin embargo rompió con sus privilegios de clase impactado en el contacto con el padre Alberto Hurtado en la Acción Sindical Chilena.
La llamada opción por los pobres en la iglesia pos conciliar no fue para él una cuestión de pura prédica. Abandonó una cómoda vida sacerdotal en que ejercía como profesor de Teología en la Universidad Católica, Superior del Centro Belarmino y Director de la Revista Mensaje, para irse a Concepción a trabajar como obrero de la construcción, carpintero más específicamente, como también lo hicieron Mariano Puga, Roberto Bolton y algunos otros.
El golpe de Estado de 1973 lo sorprendió en su primer día de trabajo en la construcción. Inmediatamente asumió con decisión el apoyo a los perseguidos y se hizo parte activa de los grupos de resistencia pacífica a la dictadura, redactando, editando e imprimiendo la revista clandestina No Podemos Callar, que luego se transformaría en el Policarpio.
Acompañó con su presencia inspiradora permanentemente la lucha de los familiares de detenidos desaparecidos y de ejecutados políticos, participando en huelgas de hambre y manifestaciones.
En la década del ochenta formó el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, junto a sacerdotes, religiosas y laicos, que con acciones no violentas denunciaban la existencia de centros clandestinos de detención y tortura, como el cuartel de la CNI en la calle Borgoño en Santiago.
AQUI SE TORTURA, fue la consigna de cerca de 200 manifestaciones callejeras a rostro descubierto que reivindicaba la figura de Sebastián Acevedo, el trabajador que desesperado por la detención de sus hijos se inmoló a lo bonzo en la plaza de Concepción.
Restablecida la democracia, siguió acompañando a las víctimas en sus demandas de verdad y justicia, participando activamente en la recuperación del cuartel Terranova para transformarlo en el Parque por la Paz Villa Grimaldi. En 2016, pronto a cumplir un siglo de vida, el Instituto Nacional de los Derechos Humanos le otorgó el Premio Nacional de Derechos Humanos.
Ayer, 5 de junio celebramos los 101 años de José Aldunate.
Celebramos en realidad una vida ejemplar, la de un hombre que fue un Hombre, que sobreponiéndose a las condicionantes de origen usó su libre albedrío para seguir sus ideales con consecuencia, sabiendo que el costo que pagaría sería recompensado con la satisfacción de ennoblecer con su ejemplo a esta humanidad.
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