Lamento profundamente la partida de nuestro querido Andrés Aylwin, a quien siempre agradecí su compromiso con la democracia y el respeto por la institucionalidad.
La denominada “Carta de los trece” es expresión de lo que él pensaba y sostenía respecto al quiebre que se produjo el 11 de septiembre de 1973. Toda su conducta durante la dictadura, apoyando las causas de defensa de los DDHH, levantando su voz ante innumerables consejos de guerra, interponiendo recursos de amparo y sufriendo él mismo una relegación en la frontera con Bolivia, dan cuenta de su rol, que lo hizo merecedor del respeto de todos los sectores políticos.
Un gran ser humano que se la jugó por las víctimas y la búsqueda de la verdad, que denunció la terrible realidad que vivimos ante organismos nacionales e internacionales, y que con su gran sencillez se transformó en un ejemplo de coherencia y consecuencia política.
Su trabajo en el Comité Pro Paz, en la Vicaría de la Solidaridad, en la Agrupación de Abogados pro Derechos Humanos, en la Comisión contra la Tortura nos llenan de orgullo, porque su entereza y convicción son ejemplo para todos quienes lo conocimos, y acrecentaron nuestro respeto hacia su figura y trayectoria.
Tuve la oportunidad de compartir cuando ambos fuimos diputados, él en su segundo período post democracia y yo en el primero, y encontré en don Andrés una persona que comprendía perfectamente la tragedia que enfrentó mi padre para el Golpe de Estado, y pudimos trabajar para conseguir una mejor legislación de protección a los derechos humanos. Cuando supe que no iría a la reelección, en 1998, le dije que lo íbamos a echar de menos, porque su integridad y consecuencia nos haría falta.
Hoy se va un grande, un ser humano que nos conmueve y que debemos reconocer, especialmente de cara a las nuevas generaciones, cuando aún hay sectores de nuestro país que no terminan de asumir que las violaciones a los DDHH son intolerables e inaceptables, independiente del signo ideológico.
Sólo espero que la tristeza por su partida pueda ser aminorada con la certeza de que Andrés Aylwin Azócar será reconocido transversalmente como un hombre justo, un hombre bueno y un demócrata ejemplar.
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