Después de haber trabajado más de 40 años, sorteando un Chile de crisis políticas, recesiones económicas, cambios socioculturales y todo tipo de inestabilidades que de por sí depara la vida, Pedro, quien también podría llamarse Juan o Diego, logró sacar adelante a su familia.
Con disciplinada economía doméstica demoró décadas en conseguir ser propietario de su casa y educar a sus hijos, lo que de paso lo llevó a sentir con orgullo que se había “graduado” de la pobreza. Una ironía, pues hoy recibe una pensión de $260.000, un tercio del ingreso con el que solía vivir hace un par de años, y se gasta el 30% de este en fármacos y copagos, lo que lo deja en un precario equilibrio económico.
Pero tampoco tiene otra opción, ya ha escuchado en la TV que la sociedad envejece y que a las personas 60 años les queda en promedio otros 13 por vivir. Es decir, dos décadas más de malabarismo para llegar a fin de mes, rogando no enfermarse gravemente ni él ni su señora, que la casa no sufra ningún desperfecto y, con un poco de buena suerte, no terminar sus días siendo un estorbo para sus hijos (en Chile, más del 90% de los cuidadores son familiares, pues el Estado no cuenta con una red amplia de servicios de cuidado). En cualquier minuto, su corolario podría ser volver a caer en la pobreza de la que tanto le costó salir.
Los expertos hablan de que el actual escenario de longevidad responde a un camino de progreso que es propio de sociedades más avanzadas; desarrollo que fue posible gracias al trabajo de Pedro y sus colegas Juan y Diego. Sin embargo, nadie les advirtió cuál sería el pago de Chile.
¿Es razonable que después de una vida poniendo el hombro, 1 de cada 4 adultos mayores no tenga dinero para cubrir sus necesidades y que a la mayoría (58%) le alcance “justo”? (Encuesta Calidad de Vida en la Vejez UC, 2013). ¿Y qué para colmo les avisen por la prensa que sus pensiones podrían bajar 2% porque están viviendo más?
Legítimamente Pedro marchó el fin de semana con un cartel que dice “No + AFP”. No es que quiera acabar de raíz con ellas. En el fondo sabe que no es posible. Pero sí necesitaba expresar el profundo malestar que guarda hace años.
Además, manifestarse pacíficamente lo hizo sentirse más vivo que nunca, recuperó la motivación, se vinculó con gente de todas las edades, por fin pudo gritar a viva voz lo que piensa y fue escuchado. En definitiva, volvió a ser parte de la sociedad. Ya está listo para la siguiente e invitará a sus amigos.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado