La violencia de género es un flagelo que nos afecta cotidianamente y en múltiples dimensiones. Femicidios, acoso callejero, publicidad sexista, son sólo algunas de las expresiones que evidencian las condiciones de agresión bajo las cuales crecen las niñas y jóvenes en Chile.
Los últimos datos difundidos por el Instituto Nacional de la Juventud, INJUV, sobre “Violencia en el Pololeo” son preocupantes, ya que entregan importantes antecedentes para analizar cómo la violencia se reproduce de manera más temprana expresada a través de los vínculos de pareja.
El 51% de los/as jóvenes entrevistados conocen a alguna persona que en su entorno haya vivido alguna situación de violencia al interior de la relación de pareja, mientras que el 88% reconoce haber escuchado insultos, humillaciones y/o gritos a su alrededor. Asimismo, el 63% de los/as jóvenes consultados declara que su pareja ha sentido celos de sus amigos o amigas y que han discutido por ello.
Los celos, el control, el abuso del consentimiento sexual, son prácticas violentas que se dan al interior de las parejas. Sin embargo, cuando dichas relaciones se dan en niñas y jóvenes nos sitúa en un problema aún mayor, ya que la posibilidad de que aquella niña tenga redes de apoyo para enfrentar una relación violenta son menores. En estos casos -como en la mayoría de las situaciones de violencia doméstica - abunda el silencio y la culpa.
Si bien, existe un cierto consenso social en situar ciertas prácticas, golpes y agresiones físicas, como violencia de género, en las nuevas generaciones las expresiones de violencia se han adaptado a prácticas culturales vinculadas al uso de redes sociales y las tecnologías, generando que las acciones machistas se transfieran al ámbito digital.
Así para los/as jóvenes entrevistados por el INJUV el prohibir acciones en el uso del celular o las redes sociales es considerado en un 52% como “poco violento”, al igual que revisar teléfono celular o redes sociales sin consentimiento. Peso a eso, un 64% de los/as entrevistados señalan estar de acuerdo con que las redes sociales fomentan alguna forma de violencia en la pareja, un 51% opina que, los medios escritos on-line promueven o fomentan alguna forma de violencia en la pareja, seguido por la televisión con un 44%.
La clave: educar en prevención de violencia.
Empoderar a las niñas y jóvenes para rechazar los mandatos de género (ser madre, esposa, cuidadora, estar exclusivamente en el espacio doméstico) es una forma de prevenir que la violencia se inserte en sus vidas a temprana edad, valorando sus capacidades, fomentando sus autonomías, sobre todo la de sus cuerpos, y concientizando respecto a que la violencia no es algo natural en la vida de nadie.
En ese sentido es importante entender que la violencia de género y las prácticas machistas son ejercidas por alguien que ocupa una posición de poder sobre otra, ya que ve en esa persona su objeto de control. El control no es sinónimo de amor ni de preocupación, al contrario son signos de dominación.
Para eso es clave derribar algunos mitos como que la violencia afecta sólo a una minoría de mujeres; que es generada por hombres que sufren una momentánea pérdida de control o una enfermedad y que ocurre sólo en familias de escasos recursos.
Por el contrario, la violencia de género afecta a todas las mujeres de diversa forma: física, psicológica, sexual, económica, simbólica, etc.; es generada por una cultura dominante –el patriarcado- transversal a las clases sociales y que se expresa en prácticas concretas llevadas a cabo principalmente por varones sanos mentalmente pero muy machistas.
El desafío es que las personas y la sociedad no se conviertan en cómplices de este tipo de violencia y para eso es necesario denunciar cada vez que se atestigua este tipo de agresiones.
También es importante apoyar a las jóvenes que la sufren, generando redes de apoyo en la comunidad a través de grupos, prevenirla en las relaciones cotidianas y detectarla a tiempo, desnaturalizarla y denunciarla. Erradiquemos del consciente colectivo, ese dicho popular prejuicioso y violento “Quién te quiere te aporrea”, porque ciertamente quien te quiere te respeta y valora.
La seguridad e integridad física, psicológica y social de las personas es uno de los elementos básicos para ejercer los derechos sin limitaciones ni barreras. En este sentido, el grado de autonomía que alcancen las niñas, jóvenes y mujeres para elegir y ejercer el control sobre su propia vida y recursos es primordial para el logro de la igualdad de género y el pleno respeto a los Derechos Humanos.
Es en esa tarea en la que estamos enfocando nuestra acción. En 2016 Fundación PRODEMU rebajó la edad de las mujeres que pueden acceder a los distintos programas de formación, de 18 a 15 años.
De esta forma y de manera paulatina, hemos ido integrando a jóvenes adolescentes, principalmente alumnas de 2°, 3° y 4° medio de establecimientos educacionales de todo el país. Con ellas abordamos temas como la prevención de la violencia en el pololeo y los derechos sexuales y reproductivos, desde el convencimiento absoluto que el empoderamiento y la educación son la base sobre la que debemos edificar el respeto a los derechos humanos de las mujeres, así como también el derecho a una vida libre de violencia.
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