Y después de la marcha ¿qué?

                                                                     

Fueron las y los enojados los que se encontraron en las calles de las ciudades del país, fueron también organizaciones sociales y algunas gremiales, muchas que desde hace años  se encontraban al frente de la vereda del poder esperando y trabajando desde la marginalidad y la exclusión de los medios de comunicación para que se hiciera la luz del entendimiento de la conciencia ciudadana de lo que significa y significaría para los chilen@s el sistema de capitalización individual AFPs.

El gris 24 de julio pasado se dieron las condiciones materiales, se produjo el hecho concreto. Columnas de hombres, mujeres y familias enfilaban por la Alameda en Santiago y en más de 45 ciudades de Chile para decir No más AFP.

La verdad, es que se congregaron más que desde la información sistemática y la propuesta, desde la experiencia propia, o ajena de padres o abuelos de vivir con $197.000 promedio al mes y con mucho menos en la mayoría de los casos, después de una vida de trabajo, de la rabia de contrastar sus futuros con las de algunos pocos privilegiados. Los hechos conocidos públicamente en  Gendarmería sobre las pensiones fueron el catalizador perfecto para materializar el descontento.

Los indignados están enojados con el sistema de AFP, pero mucho más con el establishment y son los mismos que cambiaron más o menos temporalmente sus hábitos de compra frente a las colusiones como la del papel tisue, los mismos. No quieren cerca nada que huela a poder en sus expresiones tradicionales.

Que quieren y que esperan

Que se termine un sistema que no fue capaz de responder a la promesa ofrecida, que tiene una tasa de reemplazo promedio de 35%, para los cuales la AFP estatal establecida como proyecto por el gobierno es un caramelo intrascendente que no altera centralmente el problema.

Quienes caminaron el domingo no quiere extender los plazos de cotización aunque vivamos en promedio más de 84 años. No es que quieran miran atrás, no es que estimen mejor el sistema de reparto… hace rato que los sistemas solidarios no le hacen sentido a muchos chilenos. Si no recuerden la fuerte defensa de muchas familias de la educación particular subvencionada.

La mayoritaria denominada clase media no aprecia lo público, se le hace sinónimo de ineficiencia, ineficacia y ahora de prebendas, tráfico de influencias y mal uso de los bienes públicos.

José Pinera ideólogo y creador del sistema de AFP en pleno periodo de dictadura, sigue hoy por el mundo hablando de las bondades del sistema y señalando que si hay problema con los cotizantes es porque no han hecho el suficiente esfuerzo en sus trayectorias laborales. Poco le importa a este señor que un mayoritario 74% de la población tenga ingresos  inferiores a $400.000 y que de ellos 50,5% ronda el Ingreso Mínimo Legal.

Hace oídos sordos a la realidad de las mujeres que tienen salidas de mercado asociados a la maternidad o que las tablas por sexo usadas solo castigan la mayor expectativa de vida de nosotras. Para Piñera sólo son un montón de flojos que no hicieron lo suficiente y hoy quieren ser una carga para los demás.

Entonces lo que se quiere es un programa máximo. Sí están los titulares, los objetivos estratégicos de lo que se quiere. Cambiar el sistema por otro que garantice de modo justo que la gente tendrá un mejor pasar en su tercera edad en un equilibrio entre valoración del esfuerzo individual y la justicia social y que para hacerlo la administración de los fondos se efectúe con transparencia garantizando que nadie o ningún grupo se beneficiará ilegítimamente.

En síntesis que exista un Sistema de Seguridad Social  garante de Derechos y que reúna las características que la OIT define como indispensables y que todos sabemos que el actual no cumple pese al esfuerzo que el Estado hizo el 2008 estableciendo el pilar solidario. 

Pero esto no será fácil ni breve

Aunque nadie quiere decirlo y más allá que forma parte de las Reformas en estudio o en proyecto, esta  es probablemente la tarea más difícil para un país como el nuestro. El sistema de AFPs representa el poder en serio y con mayúscula. Si  hay resistencias y acción de poder factico frente a la Reformas laborales o a la Educación, esta sería la madre de todas las batallas. Aquí está el Gran Capital. ¿Se fijó usted en la cobertura de prensa y medios? Fue marginal e incómoda y eso es sólo un botón de muestra de lo que está en juego y de lo que podría venir.

Luego está el tema de la conducción, ya no de una marcha, sino de una articulación transformadora de la sociedad. Un proceso de esta naturaleza requiere liderazgos poderosos. Los existentes tienen el mérito de haber sido agentes de cambio y la persistencia que pusieron en ello. Son liderazgos, colectivos, compartidos, un tanto difusos y provienen de orígenes ideológicos y sociales muy diversos. Reunir gente con entusiasmo y el activismo convencido por más valioso que sea y necesario que haya sido, no es suficiente para producir un cambio de la magnitud de lo que ellos mismos buscan. 

Finalmente la inmediatez a la que estamos acostumbrado el aquí y ahora en esta materia no se condice con lo que es posible. ¿Cómo se manejarían las expectativas?, ¿habría  generaciones de sacrificio para transitar a otro modelo? 

¿Qué haría el Estado para soportar la carga en medio de un ciclo económico deprimido? ¿Habría fuerza para oponerse a los que perderían el negocio? Se requiere tiempos, años para hacer esto en serio y  muchos de quienes salieron a la calle ya no los tienen.   

Para avanzar en esta transformación anhelada por una mayoría ya no silenciosa y aprendiendo de errores anteriores, habrá primero que hacer un esfuerzo por conversar más, la información que circula es mucha pero no  siempre es de calidad.

Segundo, se requiere un gran pacto social transversal que  respalde y empuje una Reforma en serio y que establezca un programa de acción que considere una gradiente de tiempo real y recursos. Al decir de Cepal se requiere un Pacto Fiscal por la Igualdad.

Finalmente y aunque a quienes salieron a la calle no les guste escucharlo, en una democracia se requiere también de actores políticos que lleven a cabo y hagan operativo los deseos ciudadanos y calme con justicia y actos vinculantes la dolorosa experiencia de miles de chilenos y chilenas que empinándose a los 60 y más años se ven empobrecidos, se quedan con largas vidas y sin poder hacer mucho de ellas.

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