El panorama global de las pesquerías no es auspicioso. Según datos de la FAO, un 31% de ellas se encuentran sobreexplotadas. WWF, en su Informe Planeta Vivo 2016, alerta respecto a que las poblaciones marinas han disminuido un 36% solo entre 1970 y 2012, análisis basado en 1.353 especies marinas, la mayoría de ellas peces, que son los que marcan la tendencia.
El problema que viven actualmente las pesquerías en el mundo y también en Chile es complejo, y por tanto las posibles soluciones deben abordar diferentes aristas si es que se quiere que sean sostenibles en el tiempo.
El caso de la merluza común o chilena (Merluccius gayi gayi) resulta paradigmático. ONG’s como WWF Chile han venido desde hace varios años elaborando propuestas e impulsando procesos que permitan avanzar hacia una recuperación de esta pesquería, que se extiende desde la región de Coquimbo hasta la de Los Lagos. Entre los puntos que se han logrado colocar sobre la mesa y han sido acogidos se cuenta la vinculación de las cuotas globales de captura a las recomendaciones de los comités científico-técnicos, así como la aplicación del principio precautorio y del enfoque ecosistémico.
Por otro lado, hemos promovido la extensión de la veda de septiembre por una de tres meses, así como el establecimiento de una talla mínima de extracción de 37 centímetros y que las cuotas de captura se rijan por el rango menor propuesto por el Comité Científico Técnico y no por el más alto, como se hace habitualmente.
Lo anterior suena perfecto y muy lógico, sin embargo eclipsa un factor que toda medida de conservación debería considerar: los pescadores que obtienen su sustento diario gracias a la merluza. Se estima que son alrededor de 10 mil artesanales, los que no podrían subsistir sin pescar durante tres meses ni podrían seguir con su actividad en un contexto en que los ejemplares de más de 38 centímetros son casi un milagro.
Por tanto, toda medida de esta índole debe ir acompañada de un contundente plan que implique apoyo efectivo a los pescadores, a través de una plataforma social o de la apertura de la pesca para otras especies que permitan moverse a pesquerías diferentes durante la prohibición de extraer merluza chilena.
Este respaldo también debería considerar al resto de los actores de la cadena pesquera, como por ejemplo los comerciantes de caletas, ferias libres y terminales pesqueros, que tienen en la merluza el principal producto fresco para ofrecer.
En la búsqueda de un futuro en que los humanos podamos vivir en armonía con la naturaleza, considerar ambas partes de la ecuación es imprescindible.
En esta línea, este año WWF Chile ha llamado a celebrar por primera vez el Día de la Merluza chilena (diadelamerluza.cl), este domingo 8 de octubre, buscando visibilizar la relevancia que tiene este recurso para el país y los problemas que lo afectan.
Asimismo, esta fecha es una plataforma para difundir el concepto de consumo inteligente, entendiendo que el llamado no es a no comer merluza, sino que a hacerlo de forma sustentable, sin afectar la recuperación de la pesquería y apoyando al mismo tiempo una actividad de fuerte asidero cultural en Chile.
Porque, aunque no se conozca, por siglos la merluza ha sido importante para las comunidades costeras. A la llegada de los españoles, se sabe que era capturada por los mapuches, utilizando anzuelos, redes o arpones elaborados con madera del bosque virgen. E incluso hay evidencia de que formó parte de la dieta de sociedades alfareras de Chile central, entre el 300 AC y el 1550 DC.
Por tanto, una de las invitaciones para este domingo y para cada segundo domingo siguiente al término de la veda de septiembre, es a consumir merluza con responsabilidad. Esto es, seguir las principales recomendaciones del consumo inteligente: respetar la veda, preferir ejemplares de mayor tamaño y asegurarse de que sean de procedencia legal.
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